El sueño de la razón produce monstruos

miércoles, 27 de abril de 2011

La piedra Rosetta y el nacimiento de la Egiptología: J. F. Champollion

El arqueólogo francés Jean François Champollion (1790-1843), creador de la egiptología como disciplina contemporánea, empezó a descifrar, en 1821, los jeroglíficos egipcios de la piedra de Rosetta, trabajando en los caracteres jeroglíficos y hieráticos, con lo que proporcionó la clave para comprender el antiguo egipcio. Su mayor hallazgo consistió en descifrar la escritura jeroglífica de la piedra de Rosetta[i], lo que le condujo a redactar la gramática y el diccionario del antiguo egipcio, apareciendo así una literatura inmensa, parte de ella contemporánea a los sucesos de la historia bíblica: Textos de las Pirámides (V y VI Dinastías del Imperio Antiguo), Textos de los Sacófagos (XI-XIII Dinastías del Imperio Medio), Libro de los muertos, colección de textos funerarios de varias épocas con fórmulas mágicas, himnos y oraciones, (XVIII Dinastía), Proverbios de Ptah, Proverbios de Amenecnope, relato del campesino elocuente, historia de Anat y el mar, relato de Sinué. La penetración de elementos asiáticos en Egipto fue muy frecuente, de ahí que aparezcan divinidades semíticas en Egipto. En la época de los hicsos (s. XVII a. C.) aparecen nombres propios de origen semita; textos egipcios de los siglos XVI y XV a. C. presentan a los invasores de Asia como adoradores del dios Seth, al que identifican con el dios de la Tempestad y el poder hostil del desierto, llamado también Hadad o simplemente Ba’al (=El Señor). Los reyes de la XVIII Dinastía adoptan a este dios de aquellos pueblos invasores temibles; el principal atributo que ven en esta divinidad semítica es el otorgamiento de la fuerza victoriosa. El mismo carácter guerrero se atribuyó a otra serie de divinidades semíticas; al lado de Ba’al, aparece el dios Reshep, de abundante iconografía, destacando su carácter guerrero. Y es en Egipto donde se habla por primera vez de la diosa Astarté, también considerada belicosa, y se la representa montada a caballo; igualmente fue conocida en Egipto ’Anat como diosa guerrera, aunque también vieron en ellas la representación de los principios femeninos de la fecundidad, la voluptuosidad y la vida. Se ha encontrado un papiro mágico en el que se nos cuenta cómo las vaginas de Astarté y ’Anat fueron honradas por Seth (=Ba’al). Así pues, la adopción de divinidades semíticas en los egipcios es pragmática: el culto de Ba’al, Reshep y Astarté proyectan el espíritu militar de los faraones expansionistas que miran al mundo asiático. Egipto, pues, capta y transmite los rasgos esenciales de las divinidades semíticas más importantes del II milenio a. C., y todo esto y mucho más se ha podido saber gracias a la descodificación lingüística del antiguo egipcio por el arqueólogo francés Champollion.

También a mediados del siglo XIX, se encuentran las claves de otras lenguas antiguas: el iranio antiguo, representado por el avéstico (con el que se escribió el libro sagrado de los zoroastras, el Avesta) y el persa antiguo, lengua hablada en torno al siglo III a. C. y de la que se han encontrado inscripciones en el suroeste de Irán dedicadas a Dario I y a Jerjes I, reyes de la dinastía persa de los Arqueménidas; las dos lenguas mantuvieron estrecha relación con el sánscrito; el sumerio, lengua hablada por los pueblos el antiguo reino sumerio que estuvo en Mesopotamia[ii], conocido primero como Sumer y luego como Sumer y Akad, situado entre los ríos Tigris y Éufrates, al sur del actual Bagdad; se corresponde más o menos a la Babilonia bíblica; el asirio-babilónico, la más antigua de las lenguas semíticas ya desaparecida, hablada y escrita en Mesopotamia desde el III al I milenio a. C., destacando las ciudades de Assur y Nínive; el hurrita, la lengua de un pueblo no semítico de las montañas que invadió Babilonía en el s. XVI a.C.; los hurritas ocuparon la mayor parte del norte de Mesopotamia y llegaron al oeste de Palestina; el hitita (en hebreo, 'hittim'), la lengua de un antiguo pueblo de Asia Menor y Oriente Próximo, que habitó la tierra de Hatti en la meseta central de lo que actualmente es Anatolia (Turquía), y algunas zonas del norte de Siria. De origen desconocido, invadieron la región, que comenzó a ser conocida como Hatti, hacia el 1900 a.C. e impusieron su idioma, cultura y dominio sobre los habitantes aborígenes. El Imperio Hitita fue fundado h. 1450 a. C.; mantuvieron importantes enfrentamientos con los egipcios y las primeras fuentes fidedignas que hablan de ellos son documentos egipcios, procedentes de la XIX Dinastía, y de pasajes de la Biblia. La lengua acadia, de origen semítica, ya desaparecida, data del tercer milenio a.C., en ella se escribieron numerosos textos en la antigua región de Akad (Sumer); se habló en Mesopotamia entre el tercer y el primer milenio a.C., y se difundió desde el Mediterráneo hasta el golfo Pérsico mientras reinaba la dinastía Akad y el rey Sargón (2334 a 2279 a.C.); h. el 2000 a.C. sustituyó al sumerio en Mesopotamia; con el paso del tiempo originó dos dialectos, el asirio y el babilónico, por lo que también se llama asirio-babilónica (lengua asirio-babilónica y literatura asirio-babilónica); la lengua babilónica sustituyó al asirio y se convirtió en la lengua franca de lo que actualmente es el Próximo Oriente, en torno al siglo IX a. de C.; la reemplazó el arameo en los siglos VII y VI a.C.; el siglo I a. C. había desaparecido completamente. La literatura acadia[iii], una rama de la asiro-babilónica, se manifiesta en innumerables inscripciones, colecciones legales: el Código de Hammurabi, siglo XIII a. C., donde aparece el origen divino del Derecho[iv]; literatura religiosa: La Epopeya de la Creación, el Poema de Gilgamesh[v], que hace referencia a un personaje que, como el Noé bíblico, sobrevivió a un gran diluvio, Utnapishtin, el héroe del diluvio universal, al que los dioses otorgan la vida eterna; este mito se remonta al tercer milenio a.C.; la redacción del texto original se data h. el 2300 a. C.; las tablillas encontradas en la biblioteca del rey Assurbanipal (668-626 a. C.), en Nínive, serían copia del original y son las que se conservan; se trata de un poema asirio copiado probablemente de textos arcadios mucho más antiguos, pues algunos de sus personajes aparecen en tablillas cuneiformes de la mitología sumeria, de donde serían sacados y adaptados por los acadios; literatura sapiencial...



[i]. Llamada así por Rosseta, la ciudad puerto del brazo oeste del Nilo, próxima a Alejandría; fue encontrada por las tropas francesas en 1799; la piedra, grabada en el año 197 a.C., contiene un edicto en alabanza al rey de Egipto, Tolomeo V. La inscripción aparece en tres alfabetos distintos: el jeroglífico, el demótico y el griego, lo que posibilitó descifrar el contenido en sus grafías jeroglífica y demótica al ser comparadas con las de la lengua griega. Hoy se encuentra en el Museo Británico de Londres.

[ii]. Mesopotamia, nombre que los antiguos griegos dan a toda esta región en la que surgieron: Sumer, más tarde Sumer y Akad, luego Babilonia y Asiria.

[iii].Los semitas occidentales más antiguos aparecen a finales del III milenio a. C. en el curso medio del Éufrates; son los llamados “amonitas”, relacionados con los orígenes de la grandeza de Babilonia, ya que Hammurabi era miembro de una dinastía amonita, diferenciada de los acadios o semitas orientales, herederos de la cultura de Sumer

[iv]. La administración de las ciudades-estado y reinos cambió profundamente mediante el desarrollo de la escritura. Inscripciones y placas de arcilla de Mesopotamia y Egipto indican que la escritura se utilizaba para llevar cuentas y registros, compilar leyes y mantener correspondencia.

La compilación de las leyes de Hammurabi, rey de Babilonia, grabado sobre una estela de diorita, representa a Hammurabi recibiendo el encargo de compilar las leyes, procedente de Shamash, el dios-sol de la justicia. (Atlas de Arqueología, 1992, pág. 123).

[v]. Las primeras ciudades crecieron al sur de Mesopotamia durante el IV milenio a. de C. Las primeras planchas de arcilla pictográficas proceden de Uruk (h. 3100 a. de C.). El rey más popular de Uruk fue Gilgamesh, que partió de este lugar para ir en busca de la vida eterna. La epopeya de Gilgamesh describe innumerables aventuras, incluyendo un combate con el sumerio Noé, y detalles sobre los famosos muros de la ciudad de Enana y sus jardines y huertos. (Atlas de Arqueología, 1992, págs. 125).

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