En la Primera parte, los motivos románticos ocupan buena parte
del drama: misterio con que entra el héroe, elementos carnavalescos: antifaces,
máscaras, disfraces, duelos, peleas entre embozados, calles oscuras y llenas de
sombras, apuestas sobre vicios y asesinatos, noche de luna plateada y ambientes
misterioso en las calles sevillanas, encarcelamientos, tapias del convento
asaltadas, celdas de clausura mancilladas, sacrilegio y rapto, caballos briosos
apostados y bergantín preparado ad hoc en el Guadalquivir profundo y
enigmático, muertes a fuego y espada y huida veloz del protagonista impulsado
por un vértigo infernal de desesperación. Don Juan es un arrebato torbellino,
una vorágine luciferina, de arrasa todo lo que se le pone por delante.
El héroe romántico brilla ante la presencia de su antagonista,
Don Luis Mejía. El leivmotiv del
enredo, de la intriga, del embrollo de la escena es llevar la acción hasta
extremos límites que produzcan en los espectadores una atención de inquietud
arrebatada.
Sin embargo, la personalidad de Don Luis Mejía está mucho más
desdibujada y velada que la de Don Juan y la escena de las apuestas entre ambos
contendientes se remonta al Condenado por
desconfiado de Tirso, al instante en que Enrico, rodeado de amigos en
Nápoles, hace una relación de sus crímenes.
El código del honor del siglo de Oro está simbolizado por don
Gonzalo de Ulloa siguiendo la rigidez de la concepción de los dramas de
Calderón de la Barca.
Brígida alegoriza el hilo conductor de la tercera Celestina de
nuestra mejor tradición literaria y Marcos Ciutti encarna la figura del “gracioso”,
tan importante en el teatro del Siglo de Oro, mientras que Lucía es la criada,
materialista e infiel, del mundo social de la tragicomedia de Fernando de Rojas,
que vende a su ama por el puro interés.
En cuanto a doña Inés, Zorrilla dirá que está por encima de
las que aparecen en los otros Tenorio. Ha creado una doña Inés cristiana.
Mientras los demás don Juanes son obras paganas y sus mujeres son hijas de
Venus y de Baco y hermanas de Príapo, su doña Inés es la hija de Eva antes de
salir del Paraíso, porque ella es la inocencia, el amor sin condiciones capaz
de inmolarse por don Juan y redimirlo.
Zorrilla funde el tema del burlador
con el convidado de piedra y su
banquete macabro presenta una adecuación poética que trasciende a los dramas de
Tirso y Zamora. Con todo, el mayor logro del romanticismo de Zorrilla del mito
donjuanesco es precisamente la bellísima creación de doña Inés de Ulloa, ángel
de amor, mediadora entre don Juan y el Redentor, a través de la cual don Juan
recibe la gracia divina tras su repentino arrepentimiento. Algunos críticos han
considerado ese cambio de actitud donjuanesca, su arrepentimiento final, como absurda, irritante e impía y acusan a
Zorrilla de emplear elementos de la comedia de magia en una obra trágica y
religiosa, por el empleo de escenas fantásticas en las que abusa de lo
sobrenatural.
El libertino seductor, al arrepentirse e invocar la piedad divina, por la intercesión
de doña Inés, consigue la redención eterna. La salvación por el amor es el
elemento romántico más seductor de Zorrilla, con independencia de su estilo
paródico de los dramaturgos del Siglo de Oro.
El cuervo, literatura gótica, reloj de arena implacable, banquete espectral...
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