El sueño de la razón produce monstruos

jueves, 1 de noviembre de 2012

Don Juan y La Noche de Difuntos (V)





       En la Primera parte, los motivos románticos ocupan buena parte del drama: misterio con que entra el héroe, elementos carnavalescos: antifaces, máscaras, disfraces, duelos, peleas entre embozados, calles oscuras y llenas de sombras, apuestas sobre vicios y asesinatos, noche de luna plateada y ambientes misterioso en las calles sevillanas, encarcelamientos, tapias del convento asaltadas, celdas de clausura mancilladas, sacrilegio y rapto, caballos briosos apostados y bergantín preparado ad hoc en el Guadalquivir profundo y enigmático, muertes a fuego y espada y huida veloz del protagonista impulsado por un vértigo infernal de desesperación. Don Juan es un arrebato torbellino, una vorágine luciferina, de arrasa todo lo que se le pone por delante.
       El héroe romántico brilla ante la presencia de su antagonista, Don Luis Mejía. El leivmotiv del enredo, de la intriga, del embrollo de la escena es llevar la acción hasta extremos límites que produzcan en los espectadores una atención de inquietud arrebatada.
       Sin embargo, la personalidad de Don Luis Mejía está mucho más desdibujada y velada que la de Don Juan y la escena de las apuestas entre ambos contendientes se remonta al Condenado por desconfiado de Tirso, al instante en que Enrico, rodeado de amigos en Nápoles, hace una relación de sus crímenes.
       El código del honor del siglo de Oro está simbolizado por don Gonzalo de Ulloa siguiendo la rigidez de la concepción de los dramas de Calderón de la Barca.
       Brígida alegoriza el hilo conductor de la tercera Celestina de nuestra mejor tradición literaria y Marcos Ciutti encarna la figura del “gracioso”, tan importante en el teatro del Siglo de Oro, mientras que Lucía es la criada, materialista e infiel, del mundo social de la tragicomedia de Fernando de Rojas, que vende a su ama por el puro interés.
       En cuanto a doña Inés, Zorrilla dirá que está por encima de las que aparecen en los otros Tenorio. Ha creado una doña Inés cristiana. Mientras los demás don Juanes son obras paganas y sus mujeres son hijas de Venus y de Baco y hermanas de Príapo, su doña Inés es la hija de Eva antes de salir del Paraíso, porque ella es la inocencia, el amor sin condiciones capaz de inmolarse por don Juan y redimirlo.
       Zorrilla funde el tema del burlador con el convidado de piedra y su banquete macabro presenta una adecuación poética que trasciende a los dramas de Tirso y Zamora. Con todo, el mayor logro del romanticismo de Zorrilla del mito donjuanesco es precisamente la bellísima creación de doña Inés de Ulloa, ángel de amor, mediadora entre don Juan y el Redentor, a través de la cual don Juan recibe la gracia divina tras su repentino arrepentimiento. Algunos críticos han considerado ese cambio de actitud donjuanesca, su arrepentimiento final,  como absurda, irritante e impía y acusan a Zorrilla de emplear elementos de la comedia de magia en una obra trágica y religiosa, por el empleo de escenas fantásticas en las que abusa de lo sobrenatural.
       El libertino seductor, al arrepentirse  e invocar la piedad divina, por la intercesión de doña Inés, consigue la redención eterna. La salvación por el amor es el elemento romántico más seductor de Zorrilla, con independencia de su estilo paródico de los dramaturgos del Siglo de Oro.






El cuervo, literatura gótica, reloj de arena implacable, banquete espectral...

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