El sueño de la razón produce monstruos

domingo, 22 de julio de 2012

La obra de Gracián, el útimo barroco (VII)


 Goya (1780): La última comunión de San José de Calasanz




                El Comulgatorio (1655)

                El Criticón se publica en tres partes: primera, 1651; segunda, 1653, y tercera, 1657. Entre la segunda y la tercera entrega, se edita en Zaragoza, por Juan de Ibar, 1655, su obra El Comulgatorio, con el subtítulo de Varias meditaciones, para los que frecuentan la Sagrada Comunión puedan prepararse, comulgar y dar gracias; es la única que firma con Baltasar Gracián.
            La obra responde a la elocuencia altisonante del predicadoro que trata de conmover, persuadir a sus compungidos oyentes, hablándoles, más que al entendimiento, al corazón.
            Son cincuenta meditaciones, estructuradas en cuatro puntos, que a su vez se distribuyen en dos partes cada una, la primera dedicada a exponer el ejemplo bíblico oportuno, y la segunda, una deducción ascética dirigida al alma.
            Su brevedad y proporción en esos puntos y partes tienen por objeto sintetizar toda la sabiduría religiosa en un parvo devocionario, emotivo y fecundo, y hacen de la obra uno de los libros más logrados de la literatura ascética española
            Existe, afirma CORREA CALDERÓN, una perfecta sincronía entre la propia biografía del autor y su obra:
            El Héroe (1637), que corresponde a su entusiasmo juvenil por lo heroico y combativo, por el triunfo y la gloria, propone un arquetipo sobrehumano y excepcional.
            El Político (1640); expresa su descontento por lo contemporáneo y una nostalgia del tiempo antiguo.
            Agudeza (primera redacción, 1642; versión definitiva 1648)[1], viene a expresar y sintetizar su múltiple saber adquirido en su juventud ilusionada sobre los complejos artificios de la preceptiva del Barroco.
            El Discreto (1646) aparece cuando tenía más o menos cuarenta años, El escritor, ya desengañado de sus utopías, se contenta con proponer las virtudes necesarias del varón prudente.
            Oráculo manual y arte de prudencia (1647); en esta obra aunque mantiene el meollo de las obras anteriores con las que pretendía inculcar las dotes de mando en el hombre superior, limita sus propósitos a la formación del hombre medio, que se supera a sí mismo y sabe defenderse de las tretas de sus adversarios.
            Gracián, según va envejeciendo, se llena de escepticismo y en sus escritos predominará un profundo raciocinio sobre cualquier otro sentimiento.
            El Criticón (1651, 1653, 1657) es una sublime y fantasmagórica interpretación del hombre y del mundo convulso que le ha tocado vivir. Se corresponde a los años de su madurez.
            El trasfondo es la búsqueda de una solución política al caos militar y político que anda detrás de la diplomacia gobernante del valido, el Conde-Duque de Olivares y la corte corrupta de Felipe IV. Aquel panorama de decadencia había desatado la vena de la literatura satírica donde se reflejan las quejas de un país harto de guerras, impuestos, miserias, levas y hambrunas. Es la época del desmoronamiento de la Monarquía hispánica: guerra de Cataluña (prisión de Quevedo; encarcelamiento y muerte del Duque de Nochera…), secesión de Portugal, levantamiento de Andalucía…           

            Los romances satíricos cantaban:

            Toda España va de rota / Lo militar no se ejerce / lo político lo estorba / los que pierden nos gobiernan, / los que ganan se arrinconan…// Hoy no se acierta en España / acción humilde ni heroica /: desdicha es errar algunas, / malicia es errarlas todas[2].

                        A.T.T.



[1]. Arte de Ingenio. Tratado de la agudeza (1642); luego, Agudeza y Arte de ingenio (1648).
[2]. Ms. 4147 de 1 BN, fol. 116-v., cfr. JAURALDE POU, Pablo (1999), Francisco de Quevedo (1580-1645), Madrid, Editorial Castalia, pág. 780, n. 43.

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