El sueño de la razón produce monstruos

viernes, 1 de noviembre de 2013

Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y el culto a la Muerte: el realismo mágico.

    
          "El binomio Muerte y Vida constituye uno de los ejes de la cultura mexicana, ese espacio pendular de explosiones dicotómicas, expuesto y dispuesto en gestos y palabras que habitan las insinuaciones de cada silencio y de cada punto suspensivo. En ese texto y en ese contexto de mezcla, de subversiones y de extrañamientos, de vacíos abismales y de voces que tantean el mundo, está construida una de las más hermosas y desconcertantes narrativas del siglo XX: Pedro Páramo, de Juan Rulfo.
         Escuchar, leer y ver a Rulfo parece darnos la sensación de que su voz retumba desde Comala, ciudad de su única novela, ciudad purgatorio donde los muertos deshabitan un presente sin esperanzas, sin cambios, sin futuro. Ciudad de ánimas en pena que tiene los ojos puestos en las nucas, rumiando un pasado que tendrá siempre el mismo gusto y el mismo disgusto. Ciudad para la cual los muertos vuelven en búsqueda de sus cobijas para calentar la vida que la muerte armó en el infierno al que están condenados. Ciudad de espectros que platican entre ellos y de monólogos que repiten y gastan las pequeñas soledades de vidas en desamparo, desgarradas para siempre de sí mismas. [...]"
  
          

     Imagen popular de la Santísima. México

         "En una charla con estudiantes, Juan Rulfo dice que para el mexicano la relación sagrado-profana ante la muerte intensifica y recrea su trato con la vida y con los vivos. Pero que a los muertos, en la semana del día 2 de noviembre, no queda más que la desesperación, pues perdieron la paz de sus pláticas compartidas entre tumbas: “Debe ser muy interesante vivir dentro de un cementerio y poder platicar con los muertos, deben tener cosas muy importantes que decir (...) y me imagino que los muertos no están solos. Los que los interrumpen son los que van a visitarlos el Día de Muertos, precisamente, con música y mariachis y a llevarles flores y ofrendas y pulque y comida. Entonces es cuando ellos se sienten más a disgusto. Pero en cambio, cuando están solos, platican muy a gusto entre ellos...”.

         Esa relación establecida entre Muerte y Vida / Voz y Silencio reviste a Pedro Páramo de un cierto aire de inquietud que debe suscitar algunos cuestionamientos, pues como dijo el escritor Carlos Fuentes: “Con Rulfo siempre hay que estar alerta y preguntar...”. En una Comala católica hasta los huesos —y también después de ellos—, donde todos morían en pecado y, por eso, volvían todos para expiar sus faltas, las oraciones y el hecho de narrar eran la única manera de dar a las ánimas un aliento de salvación. Y más: son ellas las que definen la frontera entre vivos y muertos; son ellas las que hacen recordar a los muertos su condición de muertos, pues una vez perdonados encuentran la paz que les permite dejar de vagar por el mundo de los vivos para habitar, de forma definitiva y tranquilizadora (para los vivos) la espacialidad de la Muerte.

         Pero el infierno de Comala reside sobre todo en el hecho de que ya no hay vivos que recen por los muertos y la única persona investida de poderes para perdonar a ese poblado, el padre Rentería, es uno de sus más aplicados pecadores. Corrupto y ganancioso, entrega el perdón por dinero y por él condena a las ánimas a quedarse eternamente sin salvación. No puede ayudar a su comunidad con el perdón de la gracia divina, pues él es apenas uno más destinado a deambular en ese purgatorio repleto de ánimas entregadas a expiar sus pecados. Un purgatorio que, al revés de lo que pregona el  catolicismo, es definitivo. Y esa es la gran condena impuesta a esos habitantes:  tener la esperanza de salir de ese lugar después de que cumplieran sus  penas, vivir de esa esperanza, estando condenados a jamás verla realizarse.

         Es precisamente en ese punto donde reside una de las innúmeras maestrías  rulfianas: los personajes sólo ganan la posibilidad de salir de sus purgatorios  individuales y colectivos por medio del discurso narrativo, pues contar una historia es, en esencia, una manera de oración.

         Los muertos se encuentran incapacitados de abogar en causa propia y se convierten en dependientes eternos de las oraciones y misas  encomendadas a los vivos, con la finalidad de que Dios revea y minimice sus  purgatorios. En palabras de Fabienne Bradu, “... para los ‘habitantes’ de  Comala Dios está lejos o está sordo, pero es inalcanzable (...) en el supuesto caso de que la existencia de Dios no sea engaño” (1989: 39).

         En espera de la justicia divina, las ánimas siguen vagando por la ciudad,  dividiendo y compartiendo el mismo espacio y la misma temporalidad de los  vivos. Sin embargo, si pensamos en la justicia divina como algo ecuánime,  percibimos una realidad mucho más difícil de soportar, una verdadera paradoja  teológica trabajada en las entrelíneas de esta novela: la justicia de la religión  católica es esencialmente injusta, precisamente porque contempla a todos de  igual manera. Independiente de cuáles y cuántos fuesen los pecados cometidos, Dios perdona a todos indistintamente. Ese es el dilema: si Dios es  misericordioso, Dios es injusto. Por eso los habitantes de Comala desconfían  de Dios y de su poder de discernimiento.



         En el complejo culto del mexicano a la muerte, las oraciones (y las ofrendas) ocupan un papel central. Volver para visitar a los vivos es un hecho  esperado por todos: los preparativos que involucran toda la comunidad (de lo público a lo privado) en la expectativa del retorno de sus muertos en la primera  semana de noviembre son grandiosos y dan cuenta de esa importancia. Sin  embargo, al fin de las festividades, los muertos deben retornar a su mundo:  muchos de los habitantes los acompañan al cementerio para tener la seguridad  de que real y definitivamente se van. Quedarse con los vivos representa  compartir un mundo y de un lenguaje que ya no les pertenecen, y concretiza la locura de lo indiscernible.   [...]"

                Carvalho da Silva, S. Andrea Muerte y religiosidad en Pedro Páramo; en

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