El sueño de la razón produce monstruos

sábado, 23 de enero de 2016

LA TRADICIÓN MÍSTICA GRIEGA (V)

    Algunas noticias neoplatónicas sobre los misterios de Orfeo

          Siguiendo a A. Bernabé[i], un texto del filósofo neoplatónico Olimpiodoro el Joven (c. 495-570) hace referencia al mito de Dioniso y los Titanes. Esta fuente tardía pudiera remontarse al texto de las Rapsodias, la única teogonía órfica que parece citarse en los primeros años de Imperio Romano de Oriente, Bizancio, tras el decreto de Justiniano que cerró la Academia de Platón en Atenas[1]. El texto citado nos relata que, según Orfeo, tras los reinados de Urano, Crono y Zeus, llega el de Dioniso, y que por causa de Hera, los Titanes, sus guardianes, desmembraron a Dioniso, lo cocinaron y lo ingirieron como alimento. Enfurecido Zeus, los fulminó y de sus hollines, surgieron los hombres... El texto conecta la muerte de Dioniso con el origen de la humanidad; su afirmación del origen del hombre a partir de las cenizas de los Titanes es fiel al de las Rapsodias.
            Damascio, el último escolarca de la escuela de Atenas, que fue perseguido por Justiniano I, principios de siglo VI, también coincide con Olimpiodoro, cuando nos relata, en síntesis, que Dioniso se sienta en el trono de Zeus; los Titanes conspiran contra Dioniso, son castigados y los hombres son creados de los restos de los cuerpos fulminados de los titanes. Por eso, en el hombre hay una parte titánica y otra dionisiaca. En todo el pasaje Damascio, sigue como Olimpiodoro las Rapsodias. También aparece en otros textos de Proclo en que se asegura que los hombres proceden de los Titanes.
                                  Nono de Panópolis y sus Dionisíacas
            En este parágrafo seguimos esencialmente la investigación de Fernández de la Fuente, David[i]; sus análisis se centran en las Dionisiacas de Nono de Panópolis, poema épico griego de época imperial, siglo V.
            En el Canto sexto se puede leer una versión del nacimiento y muerte de Dioniso Zagreo, un mito fundamental para la religión mistérica griega, tanto la órfica como la dionisíaca. Hernández de la Fuente analiza el mito tal y como aparece en las Dionsiacas y lo confronta con lo que se sabe de la religión órfica y dionisíaca, y todo desde la perspectiva de Nono, un poeta entre pagano y cristiano, cuyas auténticas convicciones religiosas se desconocen.
            Como hemos visto anteriormente, la relación entre el culto a Dioniso y los misterios órficos es asunto muy controvertido en la historia de la religión griega. Si la vieja escuela filológica hasta Wilamowitz defendía que se trata de dos realidades completamente independientes, actualmente ha habido mudanza a la luz de los hallazgos arqueológicos tales como las laminillas de oro órficas con inscripciones, aparecidas en Olbia (Escitia), antigua colonia griega de Mileto; el papiro de Derveni y su glosa a la teogonía órfica, etc.[ii].
            En el orfismo y dionisismo, todo apunta a las relaciones que se establecen entre el culto de Dioniso, un dios contradictorio, advenedizo y antiquísimo, y el culto de Orfeo, pues ambos aseguran una recompensa en el Más Allá (metafísica).
            Dioniso, llamado también Baco, es fundamentalmente un dios vital de la naturaleza y del delirio místico; Fue educado por las ninfas del monte Nisa en el Helicón y allí inventó el vino. Dioniso, dios del vino y de la inspiración, era festejado mediante procesiones de agitadas y desordenadas multitudes, con figurantes enmascarados que aludían a los genios de la Tierra y la fecundidad. De estos cortejos, surgieron la comedia, la tragedia y el drama satírico. Baco, en el mito, se transmuta en: cabritillo, muchacha, león, toro, pantera... Y en la edad adulta, a pesar de su afeminamiento por la intervención de las ninfas en su educación, fue reconocido por Hera como hijo de Zeus y lo enloqueció, siguiendo distintas peripecias. Para las gentes de la antigüedad griega, Baco es garantía de nueva vida y simboliza la vida cíclica de la naturaleza, la primavera, la vid, la cosecha, el vino, el sacrificio... Representa una vida indestructible  evidente en la naturaleza y en la interacción del hombre con ella.
            En el anhelo de comprender la vida humana e insertarla en esos ciclos naturales, Dioniso simboliza un dios de salvación, que asegura al hombre que su vida no está limitada al nacimiento y muerte, porque también ellos se integrarán en la fuerza creadora y destructora de los ciclos de la vida, de la ζωή, de esa existencia indestructible que se opone a la vida terrena y caduca del βίος, según terminología de Kerényi[iii].
         También Orfeo, ese cantor que va y viene del reino de la muerte, lleno de enigmáticos secretos, es un personaje que actúa en la misma concepción religiosa. El secretismo de su culto se asemeja al del dios del vino, del delirio místico y del sacrificio. Los misterios se apartan de la religión oficial, aislados de la presencia del profano y aseguran a los iniciados la felicidad metafísica, a condición de conocer y guardar las reglas, seguir un βίος establecido.
                                                                                             A.T.T.







[i]. Fernández de la Fuente, David, "Elementos órficos en el Canto VI de las Dionisíacas: El Mito de Dioniso Zagreo en Nono de Panópolis" en 'Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones, vol. 7 (2002): 19-50.
[ii]. Burkert, W., De Homero a los Magos. La tradición oriental en la cultura griega, Barcelona, 2001, cap. III: "Orfismo redescubierto", pág. 85. Destacan también los trabajos de A. Bernabé y Ana Isabel Jiménez San Cristóbal, "Las laminillas órficas de oro", en op. cit., Madrid, 2008, págs. 495 y ss., y Bernabé, A., "Las laminillas de Olbia" en op. cit., Madrid, 2008, págs. 537 y ss.
[iii]. Kerényi, Introducción a su libro Dioniso, raíz de la vida indestructible, Barcelona, 1998, págs. 13-16, citado por Hernández de Fuente, op. cit., 2002.


[1]. Olimpiorodo fue el último pagano que mantuvo la tradición platónica en Alejandría; tras su muerte, la escuela de Alejandría pasa a manos de cristianos aristotélicos y se traslada a Constantinopla.
 




[i]. Bernabé, A., "El mito de Dioniso y los Titanes", Bernabé, A. y Casadesús, F., op. cit., 2008, págs. 591 y ss.

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