El sueño de la razón produce monstruos

lunes, 9 de abril de 2012

"El Criticón" de Gracián y la Risala "El Filósofo autodidacto" de Abentofail

Comenta AYALA, Jorge Manuel[1] que los críticos de Gracián han creído ver una dependencia entre El Criticón y la novela filosófica El Filósofo autodidacto (“Risala Hayy ibn Yaqzan”) de Abentofail, filósofo musulmán español del siglo XII (Guadix, en la provincia de Granada).

Por ejemplo, Menéndez Pidal, en el Prólogo a la primera traducción española de la Risala (=cuento filosófico) de Abentofail, realizada por Francisco Pons y Bohigues y publicada en Zaragoza (1900), escribe más o menos lo que sigue: […] los primeros capítulos de El Criticón de Gracián presentan una semejanza tan grande con el cuento El Filósofo autodidacto de Abentofail que no puede aceptarse que sea una mera coincidencia.

Pero esa creencia más o menos generalizada se disolverá con la “indiscutible aportación” del arabista español Emilio García Gómez cuando publica “Un cuento árabe fuente común de Abentofail y de Gracián” (Rev. de Archiv., Bibliot. y Museos. Madrid, XLVIII, 1926).

García Gómez, mientras busca datos para un estudio de la leyenda de Alejandro Magno (Dulcarnain para los árabes) en la España musulmana, encontró al azar en la Biblioteca del Escorial un manuscrito morisco del s. XIV y cuyo contenido eran dos cuentos titulados, respectivamente: “Historia del Dulcarnain Abumaratsid el Himyari” y “Cuento del ídolo y del rey y de su hija”.

El “Cuento del Ídolo y del rey y de su hija”, estudiado por García Gómez y Klaus Heger, es considerado como la fuente común de inspiración de El Filósofo autodidacto de Abentofail y El Criticón de Gracián. Se trata de un cuento anónimo, exótico en la España musulmana por sus constantes alusiones a Mesopotamia, muy anterior, por tanto, al siglo XII, época en que vivió Abentofail. Además es más que probable que Gracián no tuviera conocimiento de la existencia de la Risala “El Filósofo autodidacto” ni de su autor, aunque cinco siglos después de Abentofail encontró también el “Cuento del Ídolo y del rey y de su hija”.

El manuscrito del Escorial es del siglo XVI y su letra denota clara procedencia aragonesa, en cuyo interior se halla una hoja en aljamiado que así lo corrobora, ya que la literatura aljamiada se da en la época del mudéjar (ss. XV y XVI), expresión cultural propia de Aragón. Tan seguros estaban de su fe religiosa los moriscos y se sentían tan libres e integrados entre los cristianos, que se atrevían a transcribir sus textos religiosos y folklóricos a la lengua castellana, aunque fuera con escritura árabe. Los moriscos aragoneses, a diferencia de lo que sucedía en otras regiones, hablaban el castellano tanto o más que el árabe. Seguramente no sabían escribirlo, por eso empleaban la grafía árabe (aljamiado=castellano escrito en letra árabe) para escribir las palabras castellanas de sus textos tradicionales.

Las pruebas que aporta García Gómez son tan contundentes que han obligado a abandonar casi definitivamente el hipotético parentesco entre las obras de Abentofail y Gracián.

El “Cuento del ídolo y del Rey y de su hija”, anónimo o poco conocido, de factura oriental, deja entrever la antigüedad del mismo. Abentofail y Gracián aprovechan algunos elementos narrativos del Cuento para juntar lo seco de la filosofía con lo entretenido de la invención; y los dos obraron así por su común carácter de filósofos alegorizantes.

Abentofail aprovecha el relato del Cuento como el mejor molde donde vaciar sus teorías filosóficas. Por las peculiares circunstancias históricas española, cinco siglos más tarde Gracián encuentra el mismo relato de Abentofail, y el jesuita lo utiliza al ver en él el más deslumbrador arranque para expresar una serie de alegorías morales.

El relato del nacimiento de Andrenio, cuyos padres desconoce, y de su crianza por una fiera es una isla deshabitada, forma parte de la literatura legendaria que Gracián y Abentofail usan libremente por ser de dominio común.

El Filósofo autodidacto y El Criticón tienen una estructura novelística que descansa sobre símbolos de inagotables sentidos. Las dos obras están escritas, respectivamente, con una intención filosófica y moralizante.

La filosofía de Abentofail conduce a una mística racionalista. El “solitario” de Abentofail (Hayy), siguiendo los impulsos de su propia razón natural, se eleva a la contemplación de los principios puros y a la degustación intuitiva de la esencia inmutable.

En cambio, el proyecto filosófico de El Criticón es moral: se parte de un conocimiento realista del hombre de su época y termina configurando un hombre paradigmático que reúne en sí todas las excelencias que implica “ser persona” en un mundo donde el engaño está a la entrada del mundo y a la salida y con un ambiente social en el que la vulgaridad ha suplantado al deseo del triunfo y de inmortalidad. La ciencia que se deduce de El Criticón es la ciencia del “saber vivir”, cuyo objeto coincide con la ética o la moral.

Estamos, pues, ante dos filosofías: metafísica la de Abentofail y filosofía moral la de Gracián. Gracián pensó que la filosofía había de tener por objeto enseñar a los hombres a vivir. Por eso, su reflexión sobre la vida tiene carácter pragmático, porque por entonces lo importante era saber vivir.

Se puede constatar cómo la filosofía en que se sustentan ambas obras están separadas años luz. Y los que creyeron ver un paralelismo entre Hayy y Andrenio, por una parte, y Asal y Critilo, por otra, no tiene fundamento alguno.

El solitario de Abentofail, Hayy, es un hombre reflexivo, seguro de sí mismo, capaz de llegar al éxtasis intelectual por propio impulso racional. En cambio, Andrenio, el solitario de Gracián, es pura fragilidad; un hombre que siente pero que no piensa, ni juzga con criterio propio. Por eso cae constantemente en el engaño, porque no sabe distinguir entre la apariencia y la realidad. Necesita constantemente de un mentor, de Critilo.

El compañero de Hayy, Asal, es un hombre que proviene del mundo social pero que va en busca de la soledad, huyendo del vulgo. Está totalmente decepcionado de los hombres. Critilo, en cambio, el hombre, que náufrago, llega a la isla donde se halla Andrenio, es un hombre social, que ha vivido en el mundo y que no renuncia a él porque considera el mundo como el ámbito natural donde el hombre ha de desarrollar sus dotes naturales. Critilo, firme a base de experiencia, sabe cómo hacer frente a las dificultades de la vida social.

Hayy y Andrenio son dos grandes solitorias pero viven la soledad de distinta manera. Para Hayy la soledad expresa un estado bondadoso de la naturaleza no altera aún por la civilización; por eso mismo la razón natural es capaz de elevarle por sí misma a las más altas cumbres especulativas. Para Andrenio, en cambio, la naturaleza física es adversa, y la naturaleza humana, aunque nace muy imperfecta, sin embargo, es perfectible a base de esfuerzo y de experiencia. Hasta que el hombre no aprende a hablar y con la lengua asume la cultura, el hombre permanece en una completa imperfección:

Es el hablar efecto grande de la racionalidad, que quien no discurre no conversa”. “Entre aquellas bárbaros acciones rayaba como en vislumbre la vivacidad de su espíritu, trabajando el alma por mostrarse; que donde no media el artificio, toda se pervierte la naturaleza.” (El Criticón, I, 1).

Gracián centra toda su obra en la descripción de la vida individual y social. Acata la vida como problema y como objeto de captación intelectual. Están tan empapado del pesimismo respecto a la naturaleza d los hombres y a la sociedad que sólo analiza las acciones humanas, sus intenciones y el posible dominio de las mismas.

En un mundo en que todo anda trucado y en el que podemos ser víctimas de sus malvadas intenciones, Gracián propone que no nos queda más remedio que armarnos de virtudes combativas: la cautela y la prudencia. “Conocer a los demás y que nadie te abarque”, son las virtudes que sintetizan la tecnificación de la moral graciana[2].



[1]. AYALA, Jorge Manuel (1886), “El Criticón de Gracián y El Filósofo autodidacto de Abentofail” en Gracián y su época, Actas de la I reunión de Filólogos Aragoneses, Zaragoza, Instituto Fernando el Católico.

[2]. AYALA, ibídem, págs. 263 y ss.

No hay comentarios: