El término perversión desaparece de la terminología
psiquiátrica mundial en 1987 y fue sustituido por parafilia (del griego
παρά, para, "fuera de", y φιλία, filía,
"amor"). Una parafilia es
una conducta sexual en el que la fuente predominante de placer no se da en
el coito sino en alguna otra actividad. Las parafilias se consideran inocuas
excepto cuando se dirigen a un objeto potencialmente peligroso, dañino para el
sujeto o para otros, o cuando impiden el funcionamiento sexual normal. El
estado legal de las parafilias varía ampliamente de cultura
en cultura y de país en país.
El
comportamiento parafílico dependen de las convenciones sociales del momento y
de las culturas; ciertas prácticas, como la homosexualidad
o la masturbación fueron consideradas parafílicas, aunque
ahora se consideran variaciones normales y aceptables de la actividad sexual.
Así resulta imposible catalogar las parafilias con exactitud. En cuanto su
origen, no se ha podido demostrar la existencia de ninguna alteración orgánica
o psicológica que las explique. Se ha sugerido que estas personas podrían tener
unos niveles excesivamente altos de andrógenos y también se ha especulado sobre
una posible relación entre conducta parafílica y lesión del lóbulo temporal.
Las distintas escuelas psicoanalíticas, por su parte, defienden que algunas de
las parafilias serían una consecuencia del complejo de castración
en la fase edípica
La
psicodinámica de las parafilias tiene su origen en 1905 con TREE ESSAYS ON
THE THEORY OF SEXUALITY de Freud;
allí especulaba que la energía sexual o libido está presente desde el
nacimiento en forma desorganizada. La libido se caracteriza por la satisfacción
de las fuentes
auto erógenas no genitales: el mamar, comer, defecar, embarrarse y
posteriormente mirar y exhibirse. Cada uno de estos actos constituye un
"instinto parcial", los cuales se van integrando en forma gradual
hasta llegar al dominio
genital en el adulto.
Los instintos parciales según Freud no desaparecen del todo y muchos
de ellos permanecen bajo las formas del beso, juego amatorio y el
exhibicionismo, a menudo empleado como juego presexual. Si estos instintos
parciales tienen fijaciones en la etapa pregenital (o regresiones),
permanecerán como fuente dominante de gozo sexual en el adulto. Las tendencias
para las parafilias existen en cada persona en forma latente y las causas por
medio de las cuales se transforman en actos francos son dudosas. Las causas más
comunes son la ansiedad de castración, conflictos
de Edipo y otras anomalías del medio familiar durante la niñez. La mayoría
de las parafilias son llevadas a cabo por varones, no quedando exentas las
mujeres pero en mucho menor número; también se dice que hasta el 78 % de los
casos hay alteraciones neuropsiquátricas en diferentes grados.
Dentro de las parafilias se incluyen
la paidofilia, el exhibicionismo, el voyeurismo, el masoquismo,
el sadismo, travestismo, fetichismo, necrofilia y frotteurismo
(del fr. frotteur, ‘que siente placer sexual frotándose con gente’)
cuya sintomatología consiste en fuertes necesidades sexuales recurrentes y en fantasías sexuales
excitantes, que implican el contacto y el roce con una persona que no
consiente; hay que tener en cuenta que lo excitante es el contacto pero no
necesariamente la naturaleza coercitiva del acto. Queda excluido el término homosexualidad.
Freud
no juzgó la homosexualidad y tuvo como antecedente a Sandor Ferenczi, en 1906, antes de conocer a Freud,
fue un defensor de los homosexuales perseguidos en Hungría. Desautorizó a
aquellos médicos que aconsejaban el matrimonio como remedio a su supuesto
problema. Freud trató de
comprender sus causas, su génesis, sus estructuras desde el punto de vista del
inconsciente. Por esto se mostró muy interesado en analizar la homosexualidad
latente de los heterosexuales en la neurosis y en la paranoia.
Conservó el término de perversión para designar los comportamientos
sexuales desviados con relación a una norma estructural y no social, e incluye
la homosexualidad como una perversión de objeto, caracterizada
por una fijación de la sexualidad en una disposición bisexual. El
estudio y análisis de la bisexualidad se ha basado en El banquete de
Platón, del mismo modo que los modernos estudios sobre transexualismo lo
hacen sobre las leyendas del Hermafrodita
y los amores de la diosa Cibeles, y con mayor precisión en uno de sus
discursos, el de Aristófanes, que
desarrolla una fantástica concepción antropológica del amor.
Con respecto al Banquete de Platón, diremos
que un banquete constaba de dos partes, el deipnon o syndeipnon,
la comida, y el potos o sympotos,la bebida en común posterior.
Durante el sympotos, los comensales animados por el vino pronunciaban discursos, cantaban o se
divertían de acuerdo con las normas que establecía el symposiarchos
o presidente del banquete, quien además
ordenaba la mezcla de vino y de agua
para la bebida. Antes del comenzar el sympotos, se retiraban las mesas,
se limpiaba la sala, hacíase una libación de vino puro en honor de Dionisio o
Zeus, y se entonaba un peán en honor a Apolo. Era frecuente que los symposia
terminaran en orgía, aunque en ocasiones, como la que nos describe Platón, era
motivo de encuentro entre amigos para poder exhibir el más refinado ingenio al
tratar temas de alto contenido filosófico.
El Banquete
es un diálogo donde se exponen los discursos sobre al Amor (Eros) que se
pronunciaron en casa del poeta Agatón, con ocasión de su primer triunfo trágico
en las Panateneas de Atenas. El momento
en que se sitúa la escena de la conversación inicial entre Apolodoro y sus
amigos corresponde al 416 a.C. en un período de entusiasmo organizador de la
desastrosa campaña contra Siracusa (Sicilia) y la máxima popularidad de
Alcibíades a quien se verá irrumpir estruendosamente al final del diálogo. El
elogiar por turno al Amor lo propone el médico Erixímaco que parece ejercer las
funciones de symposiarchos, aunque el verdadero inspirador del tema es
Fedro que considera un gran olvido que hasta entonces, ningún poeta ni sofista
hubiera compuesto algo en honor de un dios tan grande, si se exceptúan los
grandes poetas eróticos griegos (Safo, Anacreonte) o en los trágicos ( Sófocles
-Antígona, Edipo- y Eurípides –Hipólito-) si bien ninguno de ellos había tenido
en cuenta los aspectos apacibles del Amor, sino los destructivos de la pasión.
La estructura literaria que le asigna Platón es la
siguiente: La primera parte está compuesta por los discursos de Fedro,
Pausanias, Erixímaco, Aristófanes y Agatón; la segunda parte contiene el
discurso de Sócrates dividido a su vez en dos apartados a) el maestro rebate y
corrige algunas opiniones vertidas anteriormente mediante su lógica de
acertadas preguntas, y b) basándose en una supuesta conversación con Diotima de
Mantinea, sienta las bases del Amor
platónico. La parte final es un
panegírico a favor de Sócrates realizado por Alcibíades en el que se puede
analizar el carácter y forma del filósofo.
La naturaleza humana era antes muy diferente
de cómo es hoy día. Al principio hubo tres clases de hombres: los dos sexos que subsisten hoy día y
un tercero compuesto de estos dos y que ha sido destruido y del cual sólo queda
el nombre. Este animal formaba una especie muy particular que se llamaba
Andrógino porque reunía el sexo masculino y femenino, pero ya no existe y su
nombre es un oprobio. En segundo lugar, tenían todos los hombres la forma
redonda, de manera que el pecho y la espalda eran como una esfera y las
costillas circulares, cuatro brazos, cuatro piernas, dos cara fijas a un cuello
orbicular y perfectamente parecidas; una sola cabeza reunía estas dos caras
opuestas la una a la otra; cuatro orejas, dos órganos genitales y el resto de
la misma proporción. Marchaban erguidos como nosotros y sin tener necesidad de
volverse para tomar todos los caminos que querían [...]. La diferencia que se
encuentra entre estas tres especies de hombres procede de la diferencia de sus
principios; el sexo masculino está producido por el Sol, el femenino por la
Tierra y el compuesto de los otros dos por la Luna, que participa de la Tierra
y el Sol. Tenían estos principios su forma, que es esférica, y su manera de
moverse. Sus cuerpos eran robustos y vigorosos y sus ánimos esforzados, lo que
les inspiró la osadía de subir hasta el cielo y combatir contra los dioses,
como Homero lo ha escrito en Efialtes y de Oto. Zeus examinó con los dioses el
partido que se debería adoptar [...]. Por fin, después de largas reflexiones, y
de tener en cuenta que si los hombres desaparecieran desaparecían también el
culto y los sacrificios que aquéllos les tributaban, se expresó Zeus en estos
términos: Creo haber encontrado un medio de conservar a los hombres y de
tenerlos más reprimidos, y es disminuir sus fuerzas. Los separé en dos y así
los debilitaré y al mismo tiempo tendremos la ventaja de aumentar el número de
los que nos sirvan: andarán derechos sostenidos solamente por dos piernas, y si
después de este castigo conservan su impía audacia y no quieren estar
tranquilos, los separaré de nuevo y se verán obligados a andar sobre un solo
pie, [...].
Después de esta declaración hizo el dios la separación
que acababa de resolver , cortó a los hombres en dos mitades, lo mismo que
hacen los hombres con la fruta cuando la quieren conservar en almíbar o cuando
quieren salar los huevos cortándolos con una crin, partiéndolos en dos partes iguales
[...]. Una vez hecha esta división, cada mitad trató de encontrar aquella de la
que había sido separada y cuando se encontraban se abrazaban y unían con tal
ardor en su deseo de volver a la primitiva unidad, que perecían de hambre y de
inanición en aquel abrazo, no queriendo hacer nada la una sin la otra. Cuando
una de estas mitades perecía, la que la sobrevivía buscaba otra a la que de
nuevo se unía, fuera ésta la mitad de una mujer entera, lo que hoy llamamos una
mujer, o un hombre, y así iba extinguiéndose la raza. Movido Zeus a compasión,
imagina un nuevo expediente: pone delante los órganos de la generación, que
antes estaban detrás: se concebía y vertía la semilla, no el uno en el otro,
sino sobre la tierra como las cigarras. Zeus puso delante aquellos órganos y de
esta manera se verificó la concepción por la conjunción del varón con la
hembra. Entonces si la unión se verificaba entre el hombre y la mujer, eran los
hijos el fruto de ella, pero si el varón se unía al varón, la saciedad les
separaba muy pronto y volvían a sus trabajos y otros cuidados de la vida. De
ahí procede el amor que naturalmente sentimos los unos por los otros, que nos
vuelve a nuestra primitiva naturaleza y hace todo para reunir las dos mitades y
restablecernos en nuestra antigua perfección. Cada uno de nosotros no es por
tanto más que una mitad de hombre que ha sido separado de un todo de la misma
manera que se parte en dos un lenguado. Estas dos mitades se buscan siempre.
Los hombres que proceden de la separación de aquellos seres compuestos que se
llaman andróginos aman a las mujeres, y la mayor parte de los adúlteros
pertenecen a esta especie, de la que también forman parte las mujeres que aman
a los hombres y violan las leyes del himeneo. Pero las mujeres que provienen de
la separación de las mujeres primitivas no prestan gran atención a los hombres
y más bien se interesan por las mujeres [...]. Los hombres procedentes de la
separación de los hombres primitivos buscan de igual manera el sexo masculino.
Mientras son jóvenes aman a los hombres, disfrutan durmiendo con ellos y en
estar entre sus brazos y son los primeros entre los adolescentes y los adultos,
como si fueran de una naturaleza mucho más viril [...] y la prueba es que con
la edad se muestran más aptos para el servicio del Estado. Cuando llegan a la
edad viril, aman a su vez a los adolescentes y jóvenes, y si se casan y tienen
hijos, no es por seguir los impulsos de su naturaleza, sino porque la ley los
constriñe a ello. Lo que ellos quieren es pasar la vida en el celibato juntos
los unos y los otros. El único objetivo de estos hombres, sean amantes o
amados, es reunirse con sus semejantes. Cuando uno de estos ama a los jóvenes o
en otro llega a encontrar su mitad, la simpatía, la amistad y el amor se
apoderan del uno y del otro de tal manera, de tan maravillosa manera, que ya no
quieren separarse, aunque sólo sea un momento.
(Platón, El
banqueteo del amor, Madrid: Colección Austral, 2001, págs. 240-242)
Este enfoque basado en la bisexualidad eliminaba el carácter
peyorativo y antiigualitario de la homosexualidad; él como nadie hizo
entrar la homosexualidad en el universo de la sexualidad humana y la
humaniza y se niega a considerarla como una disposición innata (biológica),
para entenderla como una elección psíquica inconsciente.
En cuanto a Ceres, era hermana y esposa de Saturno. Hija del Cielo, diosa
de la Tierra, madre de Júpiter Juno, Neptuno y Plutón, llamada Madre de los Dioses.
Es llamada Dindima, Berecinta e Idea, en recuerdo de tres montañas de la Frigia
donde era adorada. También fue designada con el título de Gran-Madre porque la
mayoría de los dioses le debían el ser, entre otros Júpiter, Neptuno, Plutón,
Juno, Ceres y Vesta. También es conocida con los nombres de Tellus y Ops porque
regía la tierra y procuraba a los hombres protección, ayuda y riquezas. Esta
diosa suele representarse bajo el aspecto de una mujer robusta. Su corona de
encina recuerda que los hombres en tiempos primitivos se alimentaron del fruto
de este árbol; las torres que coronan su cabeza indican las ciudades que están
bajo su protección; la llave que ostenta en su mano designa los tesoros que el
seno de la tierra oculta durante el invierno para manifestarse en el verano.
Aparece sentada sobre un carro tirado por leones, o bien rodeada de bestias
salvajes. Algunos artistas la han representado con los vestidos sembrados de
flores. Cuando Saturno fue arrojado del cielo, Rea le siguió en su huída a Italia;
allí secundó sus propósitos de practicar el bien y se atrajo el cariño de los
pueblos del Lacio. Sus sacerdotes, llamados curetas, coribantes, dactilos y
galos, celebraban sus fiestas con danzas dando a sus cuerpos movimientos
convulsivos, con gritos y lamentos, en memoria de la desventura de Atis. Este
era un pastor frigio al que Cibeles dispensaba especial benevolencia,
confiándole la custodia de su culto con la condición de que jamás se casaría.
Atis olvidó su juramento y tomó por esposa a Sangaride. Cibeles le castigó por
perjuro matando a esta ninfa e infundió al culpable un frenesí que le revolvía
contra sí mismo y cuando iba a poner fin a sus días, la diosa conmovida le
metamorfoseó en pino, árbol que le fue consagrado.
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