Uno de los
aspectos más destacados de la ingente obra del analista vienés Sigmund Freud es la moderna y
revolucionaria concepción que desarrolló sobre uno de los lados más complejos
de la personalidad humana: la homosexualidad y el incomprensible y
agresivo comportamiento social e institucional
que se generaba en torno a los homosexuales, y que aún se manifiesta, no
nos engañemos, a pesar de que filmes como Brokeback mountain, del
director Ang Lee, se transformen en
auténticos fenómenos de masas y a pesar de que las legislaciones de algunos
países hayan recogido el matrimonio entre personas del mismo sexo o regulado,
en otros, las parejas de hecho, aunque no sin resistencias por parte de los
sectores más retrógrados de la sociedad.
Freud, en su lucha por la
modernidad, cambió el término ominoso de inversión (en
Tres ensayos de teoría sexual (1905) mantenía aún el término inversión,
pero poco después en su obra Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (1910)
lo rechaza y lo sustituye por homosexualidad) por el de homosexualidad
y se mostró beligerante con toda forma de diferenciación y discriminación
rechazando separar a los homosexuales, como grupo específico, de los otros
seres humanos. Poco después aportará una definición canónica de homosexualidad
donde quedan rechazadas todas las tesis sexológicas sobre el estado
intermedio, el tercer sexo o el alma femenina en un cuerpo de hombre.
Según el Edipo y el inconsciente, la homosexualidad, como consecuencia
de la bisexualidad humana, existe en estado latente en todos los
heterosexuales. Cuando se convierte en una elección de objeto exclusiva, tiene
por origen en la mujer una fijación infantil a la madre y una aversión hacia el
padre; en el hombre, sobrevive después de la pubertad, si en la infancia se
crea un vínculo intenso entre el hijo y la madre, ya que entonces en lugar de
renunciar a la madre, el niño se identifica con ella, se transforma en ella y
busca objetos capaces de reemplazar su yo, a los que pueda amar como habría
sido amado por la madre.
En una carta fechada el 9 de
abril de 1935, dirigida a una madre norteamericana con un hijo homosexual,
escribe: La homosexualidad no es evidentemente una ventaja, pero no hay nada
en ella de lo que uno deba avergonzarse; no es un vicio, ni un envilecimiento,
y no se la podría calificar de enfermedad; nosotros la consideramos una
variación de la función sexual. Muchos individuos sumamente respetables, de los
tiempos antiguos y modernos, han sido homosexuales, y entre ellos encontramos
algunos de los más grandes hombres (Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci,
etc). Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como un crimen, y es
también una crueldad [...]”. Añadía que era inútil pretender transformar un
homosexual en heterosexual cuando la homosexualidad está plenamente instalada
en su personalidad; el psicoanálisis jamás debería realizarse con el objeto de
“curarle”, pues el homosexual no está enfermo. Solo algunas veces era posible
despejar el camino hacia el otro sexo y era entonces cuando el paciente
sometido al psicoanálisis se convertía en bisexual.
La teoría de
una homosexualidad innata hizo que bastantes científicos y juristas condenaran
las legislaciones represivas de Europa. La psiquiatría del siglo XX considera
la homosexualidad como inversión sexual, una anomalía psíquica, un
trastorno de la personalidad que podía desembocar en psicosis y, con
frecuencia, en suicidio. Hasta que no llegan los trabajos de Michel Foucault y John Boswel y los movimientos de liberación sexual allá por los
años 1970, no empieza a verse como una práctica sexual de pleno derecho
constituyendo una componente de la sexualidad humana que deriva en variados
comportamientos. Freud ya había señalado el camino al derivar la homosexualidad
de la bisexualidad, siendo una elección inconsciente ligada a la renegación,
a la castración y al Edipo. En 1974 la American Psychiatric Association (APA) elimina la homosexualidad
de las enfermedades mentales por referéndum, lo que provocó un gran escándalo,
no menor que cuando el Tribunal Supremo de Massachusett
declara en sentencia que el matrimonio entre individuos del mismo sexo estaba
reconocido en la Constitución del Estado o cuando el Consejo de Ministros de
España aprueba (el 1 de octubre de 2004) el proyecto de ley que reconoce el
derecho al matrimonio de las personas del mismo sexo que quieran
contraerlo con el argumento de que la
libertad de todos, no de la mayoría, es el objetivo último del Estado de
derecho y, especialmente, el reconocimiento de los derechos fundamentales
constitucionalmente vigentes.
Aclaración:
Michel
Foucault (1926-1984), filósofo
francés que intentó mostrar que las ideas básicas que la gente considera
verdades permanentes sobre la naturaleza humana y la sociedad cambian a lo
largo de la historia. Sus estudios pusieron en tela de juicio la influencia del
filósofo político alemán Karl Marx y del psicoanalista austriaco Sigmund Freud.
Foucault aportó nuevos conceptos que desafiaron las convicciones de la gente
sobre la cárcel, la policía, la seguridad, el cuidado de los enfermos mentales,
los derechos de los homosexuales y el bienestar.
Los últimos tres
libros de Foucault —Historia de la sexualidad, Volumen I: Introducción
(1976), El uso del placer (1984) y La preocupación de sí mismo
(1984)— son parte de una truncada historia de la sexualidad. En estos libros,
Foucault rastrea las etapas por las que la gente ha llegado a comprenderse a sí
misma en las sociedades occidentales como seres sexuales, y relaciona el
concepto sexual que cada uno tiene de sí mismo con la vida moral y ética del
individuo. (Encarta 2006).
Boswell, John es autor de Las
bodas de la semejanza y Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad. Cuando la Universidad de Chicago publicó en
Norteamérica en el año 1980 Cristianismo, tolerancia social y
homosexualidad, hubo una conmoción pública. Un profesor universitario,
historiador prestigioso, católico y homosexual, John Boswell, había pasado varios años estudiando documentos de la
Antigüedad y de la Edad Media en relación con la homosexualidad, con el
objetivo de encontrar el comienzo y las causas de la homofobia eclesial. Pero descubrió
mucho más de lo que esperaba, porque los resultados de su investigación fueron
espectaculares: la homofobia de las iglesias cristianas no remonta a los
orígenes del Cristianismo, sino que empezó a partir del siglo XII, en relación
con las graves crisis del final de la Baja Edad Media: al mismo tiempo que se
extendían por Europa la peste, la despoblación de las ciudades, el abandono de
los cultivos, la miseria y el hambre, una ola creciente de intransigencia
inundaba a las masas europeas; todas las minorías pagaron con sufrimientos
incontables: judíos, "herejes", infieles... y homosexuales. (Rafael V.S. Rivera, www.cristianshomosexual.org).
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