El sueño de la razón produce monstruos

jueves, 20 de noviembre de 2014

El Enquiridión de Epicteto y las filosofía orientales: Hinduísmo, Budismo, Taoísmo. (III)



          
               Ante la imposibilidad de exponer aquí la filosofía del estoicismo en materia de lógica y física, sí destacaremos algunas de sus ideas relacionadas con la moral, fundamento del Enquiridión.
         Para los estoicos, al igual que para otros muchos filósofos helenísticos, el objetivo de la filosofía es sobre todo ético: el hombre debe vivir en armonía con la naturaleza para poder alcanzar la sabiduría y la felicidad.
         Sin embargo, para los estoicos el vocablo "naturaleza" se acerca más a lo que podemos entender por "realidad" o incluso por "Dios" que el restrictivo sentido que hoy se da al término "naturaleza".
         Para el estoicismo, el mundo es un organismo vivo, eternamente existente. Un todo en armonía y causalmente relacionado, regido por un principio activo, el Logos o Pneuma, del gr. πνεῦμα, que significa "espíritu", soplo, hálito, viento; y que metafóricamente describe un ser inmaterial.
         En este mundo nada queda al azar o es fruto de éste, pues todo está gobernado por una Ley inmanente y necesaria.
         Ante el mundo, la voluntad y la inteligencia humana jamás podrán dirigir el curso de los acontecimientos inscritos en el orden cósmico, encadenados con un férreo rigor al que llaman destino.
         Esta aceptación desapasionada de las leyes del mundo, exigía del hombre una clara distinción previa entre lo que dependía de uno mismo y lo que no depende de nosotros. Por ejemplo, afirman que hay cosas que dependen de nosotros y otras, que no; entre las primeras destacan la opinión, las inclinaciones, el deseo, la aversión y todo lo que son nuestros propios actos. Éstas son por naturaleza libres, no están sujetas a restricciones ni impedimentos. En cambio, entre las que no dependen de nosotros está nuestro cuerpo, las riquezas, la reputación, los cargos y, en conclusión, todos los que no son nuestros propios actos. Todas estas son débiles, serviles, están sujetas a restricciones impuestas por la voluntad de otros.
         La anterior diferenciación es propia propia de la Stoâ, que Epicteto nos indica desde el principio de su Enquiridión, y hace que esa diferenciación sea el fundamento mismo del discernimiento, tratando de evitar y no confundir que si crees libres las cosas que por naturaleza son serviles, y que es tuyo lo que depende de otros, encontrarás problemas, lo lamentarás, te sentirás turbado y censurarás tanto a lo dioses como a los hombres. Si intentas evitar la enfermedad, la muerte o la pobreza, serás desgraciado. Aleja de tí la aversión hacia todo aquello que no depende de tí, y pásala a las cosas contrarias a la naturaleza que dependen de tí. Elimina completamente el deseo, porque si deseas cualquier cosa que no dependa de tí, serás necesariamente desafortunado.
         Lo que depende del hombre es su actitud que no puede ser otra que la aceptación. Rebelarse contra las leyes del mundo, es decir, correr tras lo que no depende de uno mismo, es de necios. Pero esto no significa que el estoico fomente una actitud pasiva de resignación, sino más bien la búsqueda activa de la armonía con as leyes y el orden del cosmos.
         La virtud estoica consiste en vivir en la mayor concordia y armonía con el orden del mundo, y en la voluntad de interiorizar esas leyes del cosmos. Ahí reside la moral y la felicidad.
         Para lograr alcanzar la verdadera libertad el hombre tiene que deshacerse de las pasiones, auténticas desviaciones irracionales de nuestra verdadera naturaleza. El ser humano, para ser feliz, ha de suprimir todo deseo y todo apego a las pasiones materiales y las cosas eternas.
         Los sentimientos y los deseos pueden dominarse con autocontrol y una ascesis que ha de conducir necesariamente, a la impasibilidad (apatheia> del gr. ἀπάθεια o  el estado mental alcanzado cuando una persona está libre de alteraciones emocionales) y a la imperturbabilidad (ataraxia> del gr. ἀταραξία, "ausencia de turbación").
         La historia del estoicismo se halla religada a la filosofía moral, que se acentúa en el último estoicismo, el de Epicteto y Marco Aurelio. Con todo, el estoicismo siempre tuvo una versión globalizadora del universo, con una clara conciencia de la insociabilidad de las tres partes en que se plantean las interrogante filosóficas: física, lógica y ética. Así pues, la filosofía estoica es un todo coherente, una filosofía de la totalidad, conscientemente sistemática, una "especie de filosofía-bloque [...]que recuerda las creencias globalizadoras de las religiones de Oriente", como señala el francés Émile Bréhier, citado por Agustín López, en su Prólogo al Enquiridión de Epicteto.
                A.T.T.

No hay comentarios: