De la misma época de estas tablillas de Tell el-‘Amārnah son los textos de Ras’s Šamrah, hallados por los franceses en 1939 en un monte de la costa septentrional de Siria, frente al extremo alargado de la isla de Chipre. El montículo, actual Ras el-Samra, cubre los restos de la antigua ciudad de Ugarit, que conocemos por las tablillas de el-‘Amārnah y los textos egipcios. Es el primer descubrimiento sólido, por la cantidad de documentos escritos que aparecen en Siria-Palestina anteriores al periodo helenístico. Contiene numerosos textos religiosos y mitológicos sobre la historia religiosa de Siria-Palestina en la antigüedad, hasta ahora casi únicos; ellos nos proporcionan gran cantidad de antropónimos que sirven para rastrear la estructura étnica de la población; sin embargo, Ra’s Šamrah está lejos de Israel; fue el emplazamiento de una antigua ciudad marítima y comercial con un magnífico puerto natural, actual Minet el-Beida (=el puerto blanco), con una vida muy diferente de la Palestina, aunque formó parte de una entidad superior, la Siria-Palestina, previa a la llegada de las tribus israelitas y que ayudan a conocer la situación que encontraron los israelitas al entrar en Palestina.
El reino de Ugarit es interesante por ser un importantísimo centro comercial del Antiguo Oriente Próximo y porque en ninguna otra ciudad se ha encontrado un archivo tan amplio de tablas cuneiformes escritas en una lengua semita relacionada con el hebreo del Antiguo Testamento. Se ha descodificado la escritura ugarítica y los investigadores han podido acercarse a la literatura ugarítica que, con numerosos poemas mitológicos, les ha permitido profundizar en el mundo religioso cananeo, indirectamente conocido por las controversias proféticas israelitas contra los baales (divinidad representativa del mundo cananeo).
Ugarit y su puerto de Makhadu, la moderna Ras Shamra y Minet el-Beida, fueron el centro de una enorme red comercial y cultural que cubrió el Levante y se extendió hasta Anatolia y Grecia. Hoy conocemos esa civilización gracias a los registros descubiertos en Ras Shamra y los encontrados en Ebla, Mari, Egipto y la capital hitita de Hattusa (actual Bogazköy). Se dispone de documentación de Ugarit de dos siglos, 1400 a 1200 a. de C.
El reino de Ugarit tenía una extensión de 3360 Km cuadrados de campos fértiles y bien regados, con bosques por algunas zonas. La capital ocupa 21 hectáreas y estaba fortificada. Por allí pasaban largas caravanas procedentes de Siria, Mesopotamia y Anatolia para comerciar con Canaán y Egipto, y recibía a los navegantes que venían de Alasiya (Chipre) y Caftor (Creta). Estos comerciantes sirios parecen haber dominado el comercio marítimo en el este del Mediterráneo durante la mayor parte e la Edad de Bronce. La moneda de cambio era la plata, aunque el sistema básico fue el trueque. Ugarit fue una ciudad cosmopolita donde se podía encontrar gente de todo el Levante de diversos grupos étnicos y lingüísticos. Los hallazgos muestran una cultura rica, que registra más de diez lenguas en cinco escrituras distintas, una de las cuales, el alfabeto cuneiforme, fue desarrollado en la academia local de escribas. Su diplomacia les permitió participar en el comercio internacional junto a las dos grandes potencias de la época. Hatti y Egipto, aunque estuvo unida a la primera por tratados de vasallaje durante la mayor parte el tiempo. El ugarítico se ha convertido en la mejor lengua conocida del semítico occidental (amonitas, vinculados con los orígenes de Babilonia) del II milenio a. de C. Los textos religiosos descubiertos a partir de 1930 en el templo de Ba`al, constituyen la única colección de mitos semítico-occidentales que tenemos.
El ciclo de Ba`al es quizás el mito más interesante del conjunto. Se le llamaba “El Señor” y su nombre propio probablemente era Hadad. Un primer relato cuenta la lucha entre Ba`al y Yan, el dios del mar, bajo el arbitraje de El, quien advierte a Yan que el combate será duro porque Ba`al estará asistido por las diosas `Anat y Astarté. Ba`al alcanza la victoria y con ella el reconocimiento de la supremacía sobre los demás dioses. Frente al dios del mar, principio de la muerte y del desorden, Ba`al se afirma como potencia bienhechora que salva al universo de volver al caos.
Otro poema cuenta cómo Ba`al tiene que conseguir de El permiso para construir un palacio, es decir, un templo. Este dato bien se podría interpretar que Ba`al era un recién llegado entre los dioses de Ugarit; no es “hijo de El” y se le llama hijo de “Dagan” relacionándolo así con un sector de la población emparentada con los amonitas de Mari; así pues, parece una transposición mítica de una superposición de dos oleadas diferentes de población semítica en la región costera de la Siria septentrional. Hay indicios de hostilidad hacia Ba`al porque la gran diosa Athirat, “la que marcha sobre el mar”, paredro de El, adopta una actitud malevolente hacia Ba`al, a pesar de que la diosa termina pidiendo a su marido El, que mande construir el palacio de Ba`al para que envíe lluvias abundantes. Una vez reconocida su realeza, Ba`al ofrece un gran banquete a los dioses y diosas y parte a visitar las ciudades del reino. A su regreso, tiene que enfrentarse con un nuevo enemigo, Mot, personificación de la muerte. Aquí Ba`al representa la más dramática de su aventuras. Antes de descender a la caverna de la muerte, fecunda una becerra para asegurar la producción del ganado. Ba`al muere pero su hermana `Anat lo busca acompañada por la diosa-sol Shapshu hasta que encuentra su cadáver. La diosa indómita apresa a Mot, lo parte en trozos con la espada, lo criba en el harnero, lo quema al fuego, lo pasa por la muela y dispersa sus trozos, lo que supondrá el retorno de Ba`al a la vida. El se entera en un sueño premonitorio en el que se le muestran los cielos destilando leche y los ríos haciendo correr miel. Ba`al de nuevo recupera su trono y desencadena su furia, una descripción mítica de la tormenta. Se nos aparece así como “Señor de la lluvia y de la tormenta”, mito agrario, fundamento del ritual de la fecundidad. No cabe duda de que la alegría de El, al saber que Ba`al ha vuelto a la vida, recoge la alegría de la fiesta cuando aparecen las primeras lluvias al principio del invierno. Ba`al se convirtió para las gentes de Ugarit en el primero y más querido de sus dioses, quizás por entregarse el mismo para asegurarles la vida.
El se compagina, sin embargo, armoniosamente con Ba`al. A El, a quien se llama “el toro”, corresponden la ancianidad, la prudencia insondable, la omnisciencia, la bondad y la misericordia, siempre a favor de los hombres; a Ba`al, el “novillo”, la fogosidad en el combate, la intervención activa y saludable para rechazar el desorden y asegurar la vida del pueblo de Ugarit. Si en la lucha contra Yan, Ba`al aparece como guardián del equilibrio cósmico, es El quien asume las funciones de creador. El es el “creador de las criaturas”, el padre de los dioses y de los hombres. El fervor religioso que se expresa en los mitos de Ugarit no excluye el radical antropomorfismo de lo divino y los contactos entre los dioses y los hombres eran tan frecuentes y familiares como en los poemas homéricos. La reconstrucción religiosa de Ugarit no nos permite diseñar un cuadro completo de la misma, pero nos ofrece los indicios suficientes para poder pensar en la continuidad de una creencia semítica que perdura durante milenio y medio de historia. (PUECH, Henri-Charles, 1980, págs. 18 y ss.).
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