Las personas y los pueblos viven inmersos en su entorno físico y cultural: clima, suelo, comercio e industria, hábitos alimentarios, acceso a los mercados... todo eso tendrá un reflejo en la geografía humana y ésta, con los factores políticos, culturales, técnicos, así como la actividad creadora de sus individuos en numerosas empresas, proyectarán su influencia en el pensamiento de otras civilizaciones y culturas. En el trabajo que nos ocupa, el interés se centra en “Israel”, un territorio insignificante en comparación con la extensión de las tierras de la cuenca del Mediterráneo, casi escondida en el Cercano Oriente, pero con una influencia tal que Palestina aparece en la tradición como el verdadero centro del mundo. La situación de las ciudades, al emplazarse en zonas estratégicas de las rutas comerciales, se transforman en indicios relevantes sobre el clima, la administración civil, las ideas religiosas y otros factores definitorios de la idiosincrasia de un pueblo. Que Fenicia, por sus costas irregulares llena de refugios, fuera rica en puertos y desarrollara una importante actividad comercial en el Mediterráneo, frente a los israelitas, cuyas costas rectilíneas hicieron imposible que se hicieran navegantes, no es algo anecdótico, como tampoco lo es que Amón-Ra se erigiera en el gran dios de Egipto, lo mismo que sucediera con Marduk en Babilonia, o que Baal se constituyera el gran dios de la lluvia de Canaán.
Canaán o Palestina son los nombres que más nos suenan. Y no deja de ser curioso que “Philistia”, que designaba una parte del país, la región costera del sur habitada por los filisteos, terminara nombrando la totalidad de la tierra de Canaán[i], aportando así a la lingüística una sinécdoque imperecedera.
La fuente más importante para el conocimiento del antiguo “Israel” es, sin duda, la Biblia; sin embargo, gracias a los descubrimientos de múltiples textos de las civilizaciones antiguas recuperados en excavaciones realizadas en los últimos doscientos años, ha aumentado la confianza en la historicidad de los relatos bíblicos, a pesar de que estas fuentes mezclan la actuación del hombre con la intervención divina, no en vano se trata del libro sagrado o Escrituras hebreas, signo de una cosmovisión muy alejada de nuestra actual concepción secular del mundo y de la historia. Entre los hallazgos más sobresalientes que han permitido una mejor comprensión de la cultura y de la historia del Antiguo Oriente y, en consecuencia, de Israel, destacaremos, a continuación, algunos bastante significativos[ii], a saber:
A) La piedra Rosetta y el nacimiento de la Egiptología: J. F. Champollion
B) Los tres hitos arqueológicos: afianzamiento de la historicidad de los relatos bíblicos:
* Los hallazgos de la ciudad-estado de Mari
* El descubrimiento de los archivos del reino de Ugarit
* Las tablillas de Tell el-‘Amārnah
C) Los manuscritos del Mar Muerto: Qumrán.
De todos ellos, iremos exponiendo datos relevantes.
[i]. Canaán es probable que en su origen significara “púrpura roja”; la púrpura de Tiro se exportaba mucho para teñir la lana de ese color, púrpura rojo; anteriormente pudo designar a los mercaderes que traficaban con ese producto. “Canaeo” es término que usa la Biblia para designar “comerciante o mercader”, como se puede comprobar en Zac 14, 21; Prov 31,24, etc. Como nombre de país, incluía probablemente la costa fenicia. Canaán aparece como padre de Sidón (Gn 10,15). Parece improbable que Canaán signifique “las tierras occidentales =Amurru). Ugarit, el principal centro comercial donde se encontraron tablillas con escritura cuneiforme, una lengua semita relacionada con el hebreo del AT, compartía también la cultura cananea, a pesar de hallarse fuera de Canaán. (Atlas Bíblico Oxford, 1988, p.9).
[ii]. El desarrollo de la primera civilización urbana con un sistema de escritura se produce al sur de Mesopotamia hacia el 3500 a. de C. y aportaría profundas consecuencias a la historia de la humanidad posteriormente. Pocos siglos después, un proceso similar e independiente permitió el surgimiento de una civilización en Egipto (aprox. 3200 a. de C.), otra en el valle del Indo (aprox. 2500 a. de C.) y una cuarta en la región septentrional de China (aprox. 1800 a. de C.). Estas fueron las primeras civilizaciones de los tiempos antiguos.
Las cuatro civilizaciones se asentaron en una llanura fértil que facilitaba una agricultura capaz de alimentar y mantener poblaciones numerosas; una parte de aquellas poblaciones vivían en ciudades, gobernadas como estados independientes o como partes de un reino más grande o imperio. Los restos de aquellas ciudades reflejaron un nuevo avance cultural y económico, y una innovación revolucionaria, la escritura. Las inscripciones y placas de arcilla que han dejado constituyen los registros históricos más antiguos de la humanidad. (Atlas de Arqueología, 1992, págs. 122-123).
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