El existencialismo hunde sus raíces en Schopenhauer, Kierkeegard, Husserl, Nietzsche y Unamuno. Fue Jean-Paul Sartre su máximo representante, o al menos el más popular y conocido, al subrayar la libertad y la condición efímera del hombre. El tema único del existencialismo se centra en la existencia, en el modo de ser del hombre en el mundo, en la relación hombre-mundo.
La trascendencia del Ego, La imaginación y Lo imaginario, piezas escritas entre 1935 y 1936, se interesan por la psicología y constituyen el paso necesario que desembocará posteriormente en su novela La nausea (1938) y en su primera obra filosófica El ser y la nada (1943).
En este texto y en otros vinculados, como la biografía del controvertido escritor francés Jean Genet (Saint Genet comédien et martyr), el filósofo investiga las relaciones entre lo real y lo imaginario, especialmente entre la imagen y el pensamiento desde los filósofos del siglo XVII y XVIII hasta llegar a Husserl.
Descartes, Spinoza, Leinib, Hume…, al tratar en sus sistemas los aspectos psicológicos, han caído en una metafísica ingenua de la imagen. Sartre nos dirá que hay una existencia como cosa y una existencia como imagen que nos permite no confundir, en nuestra percepción inmediata, la imagen del objeto con el objeto mismo. Defiende así que entre la imagen y la cosa existe identidad de esencia, aunque no de existencia, a la vez que critica que aquellos filósofos se confunden cuando infieren la cosificación de las imágenes, equiparando “el ver una imagen” a “un ver la imagen como cosa”. Eso es una falacia porque la imagen no existe del mismo modo que el objeto.
Sartre, en La imaginación, trata de construir una psicología fenomenológica, analizando un aspecto tan esencial para la psicología y el comportamiento del hombre como las imágenes, dirigida al conocimiento de las estructuras esenciales de los fenómenos. Desde esta perspectiva, se ve al ser humano como un todo y dentro de su contexto, y no como un conjunto de síntomas, valorando su existencia total y su manera de vivir. Así el fenómeno aislado se vincula al todo quedando interrelacionados todos los aspectos de la personalidad con el mundo circundante.
Partiendo de la idea de Husserl de que la conciencia es necesariamente conciencia de algo (objeto), Sartre asegura la realidad ontológica al ser del mundo. En El ser y la nada se pregunta qué es el ser, en qué consiste su esencia y cómo dar un sentido al concepto de nada. Mantendrá que la existencia humana se caracteriza por la nada, por la capacidad del hombre para la negación y la rebeldía. De ahí que el psicoanálisis existencial sustente la ineludible responsabilidad al tomar el sujeto sus propias decisiones, a la vez que se aproxima al reconocimiento de una absoluta libertad de elección, condición imprescindible de la verdadera existencia del hombre.
La metodología fenomenológica fundamentará psicoterapias orientadas a conocer al paciente como un todo distinto a la suma de las partes que lo constituyen (holismo) y que tendrá como objeto una lectura profunda de los aspectos de la intersubjetividad y una mejor comprensión de la fenomenología de las alucinaciones en las psicosis: esquizofrenia, paranoia, trastorno bipolar…
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