El sueño de la razón produce monstruos

sábado, 14 de mayo de 2011

Tres hitos arqueológicos: afianzamiento de la historicidad de los relatos bíblicos (III)

(3) Las tablillas de Tell el-‘Amārnah

El Génesis concluye con la muerte de José y el Éxodo se abre contando la historia de Moisés. La Biblia señala entre uno y otro de esos acontecimientos un periodo de tiempo de unos 400 años. Durante esa época Egipto fue la mayor potencia del Oriente Próximo y gracias a los documentos egipcios nos podemos informar de lo que ocurrió en Canaán en aquellos años.

La tradición bíblica narra cómo, después de la odisea de José, los hijos de Jacob entran en Egipto y luego salieron guiados por Moisés. En el Monte Sinaí reciben la Ley convirtiéndose en el pueblo elegido por Dios. Tras cuarenta años de estancia en el desierto, invaden la Tierra Prometida y se apoderan de Palestina. Estos hechos aparecen narrados desde el libro del Éxodo hasta el libro de Josué y van desde finales del s. XVI a. de C., final del periodo patriarcal, hasta finales del s. XIII a. de C. Desde entonces los israelitas se establecieron en aquella tierra durante varios siglos consecutivos.

El ambiente que recrean estos relatos de la Biblia es el ambiente del Egipto del Imperio Nuevo y, aunque lo que hace la Biblia es una síntesis teológica, la tradición histórica cuadra perfectamente con lo que sabemos actualmente de las condiciones sociales y políticas del periodo del Bronce Reciente (1550-1200).

La segunda mitad del II milenio a. de C. fue uno de los periodos más brillantes de la historia de Egipto. Después de la expulsión de los hicsos, los faraones de la Dinastía XVIII aumentaron sin cesar su poder y su imperio. Amosis echó a los hicsos de Egipto (hacia el 1550 a. de C.), los persigue hasta Palestina y abre allí una vía de expansión hacia Asia. Los faraones no descartaron del todo la posibilidad de que los príncipes del desierto intentaran reconquistar Egipto. Poco se sabe de la actividad militar del faraón Amosis en Canaán, a parte de que persiguió a los hicsos hasta la región de Gaza donde, tras un asedio, capitulan en su baluarte de Saruhén; luego pudo llevar a cabo una incursión en la costa de Fenicia. Será Tutmosis III el que realice algo más que incursiones de castigo en la región; este faraón dirigió campañas militares en Asia casi anualmente durante los 20 años de su reinado. Las fuentes que nos desvelan aquellas campañas son un diario oficial de la casa del faraón, los llamados Anales, y listas de botín de guerra, que aparecen grabados en las paredes del templo de Amón en Tebas. La batalla y asedio de Meguido (mayo de 1482 a. de C.) acabó en una victoria aplastante de Tutmosis III y el vasallaje de la mayoría en Canaán. La coalición cananea, bajo el liderazgo del rey de Cades, se había reunido en la llanura de Meguido para hacer frente a las tropas de Egipto, pero las rápidas maniobras de Tutmosis quebraron las defensas de Canaán. Sus siguientes campañas las dedicó este faraón a reducir el poder de Tunip, en el río Orantes, y a frenar la expansión del imperio de Mitanni desde el Éufrates. Los problemas internos de Egipto acarrearon revueltas en Canaán; Amenofis II, hijo de Tutmosis III, realizó dos campañas militares en el Levante para demostrar su poder. Los detalles de estas operaciones militares aparecen en las estelas de Menfis y Karnak aunque hay que destacar que en ellas solo figuran las victorias.

De esos cuatrocientos años de supremacía egipcia en la zona, hay que destacar el periodo de El-Amarna (aproximadamente 1400-1334 a. de C.), en que el control de Egipto sobre Canaán fue menos intenso porque estaba en paz con Mitanni, el reino hurrita al norte de Siria, con el que Egipto había firmado un tratado de Paz. En aquellos momentos Egipto también mantenía buenas relaciones diplomáticas con Babilonia (época casita), Asiria y con los gobernadores de Palestina y Siria.

Las tablillas de Tell el-Amarna, emplazamiento de la antigua ciudad egipcia de Ajtatón, construida h. 1350-1334 a. de C., convertida en capital de Egipto por Amenofis IV, también llamado Aknatón, Neferkheperure o Amenhotep IV, esposo de Nefertiti, situada en la orilla oriental del Nilo, al norte de la actual Asiut, fueron descubiertas por un campesino en 1887. Las tablillas constituyen un archivo de unos 380 textos en escritura cuneiforme acadia que han servido para conocer el primer gran periodo de la historia antigua de Egipto. La escritura cuneiforme se utiliza en todos los documentos, salvo uno escrito en hitita y otro, en hurrita. Todos están escritos en varios dialectos del acadio, la lengua de Mesopotamia usada para la correspondencia internacional; entre ellas aparecen cartas escritas por gobernadores cananeos dando cuenta de la inestable situación de Canaán durante el siglo XIV a. de C. Muchas de esas cartas van dirigidas a Amenofis III (1417-1379 a. de C.), Amenofis IV (1379-1362 a. de C.) y Tutankamón (1361-1379 a. de C.; este importante archivo fue trasladado allí por Amenofis IV hacia el sexto año de su reinado[i] al situar allí la administración exterior. Las tablillas quedaron allí olvidadas hacia 1358 a. de C. cuando Tutankamón se traslada de aquella ciudad. La mayoría de estos documentos proceden de Mitanni y Babilonia en una época en que Mitanni estaba amenazado por el reino hitita hasta que logró conquistarlo y consiguió el control sobre las ciudades del norte de Siria quedando, en consecuencia, amenazado el territorio egipcio de Palestina. El control egipcio sobrepasaba la tierra de Canaán hasta alcanzar a los estados de Qatna, Cades y Amurru. Canaán es reconocida internacionalmente como una entidad política con capacidad legal de llegar a acuerdos con otros estados como el que mantenía entonces con el reino de Ugarit. Aparecen nombres de lugar de Palestina en una época silenciada en la Biblia. Y en cuanto a la población, se citan dos grupos sociales nuevos: los beduinos (sutu) y los prófugos o desertores (`apiru), que servían como legionarios bajo el mando egipcio pero que podían actuar independientemente lo que suponía una amenaza para las ciudades-estado. Los `apiru como fugitivos que eran se agrupaban en las colonias del Líbano o en la región montañosa de Siquén o en las sierras del norte de Galilea. Su existencia está documentada en el II milenio a. de C. en todos los lugares del Creciente Fértil. Su origen étnico y lingüístico es diverso. Tuvieron gran peso en la fundación del estado de Amurru, en la frontera norte de Canaán. También se han destacado las campañas militares realizadas por el faraón Seti I en 1318 a. de C. para mantener el control egipcio en aquellas regiones y que conocemos por las inscripciones triunfales incluidas en los relieves militares de la pared norte de la sala hipóstila de Karnak, las listas de topónimos y dos estelas triunfales en Bet-seán.

A principios del siglo XIII a. de C. surgen en la política internacional de la zona los intentos del faraón Ramsés II de reconquistar las posesiones Sirias de Egipto (Amurru y Cades), territorios perdidos por Ajnatón en la época de El-Amarna. La reconquista de estos dos pequeños estados eran de vital importancia para que Ramsés II pudiera invadir el norte de Siria hasta el Éufrates, equiparándose al imperio de los faraones Tutmosis I y III. A la muerte de Ramsés II, le sucede su hijo Menefta (aprox. 1236 a. C.), con 60 años de edad, debido a la longevidad del padre; habían transcurrido casi 50 años de paz desde el tratado egipcio-hitita y la actividad militar por las tierras de Canaán había disminuido considerablemente. Para acabar con los disidentes, el faraón mandó una expedición de castigo a Palestina en su primer o segundo año. Fueron atacadas las ciudades de Ascalón, Gezer y Yenoam, en el sur, el centro-sur y el norte de Canaán y un “nuevo” pueblo, Israel, fue vencido cuando aún estaba en proceso de asentarse en las regiones montañosas tal y como se señala en los textos jeroglíficos. La llamada estela israelita, un himno triunfal del quinto año de Menefta, es la primera mención que aparece de Israel en documentos antiguos y ha servido para situar antes de 1236 a. de C., unos cinco años antes del reinado de Menefta, la existencia de este pueblo de Canaán.

Hoy se atribuyen a Menefta una serie de escenas militares en el templo de Amón en Karnak (Tebas), antes atribuidas Ramsés II. Las escenas inferiores muestran la caída de Ascalón y de otra ciudad, quizás Gezer; la toma de esta última ciudad también se cita en un documento de Menefta en Nubia. Las escenas superiores parecen querer mostrar la toma de Yenoam, precedida por una batalla contra los israelitas. Del año tercero del mismo faraón, se conserva un registro de correspondencia que recoge las frecuentes llegadas y salidas de los mensajeros, cuya base era Tebas; también se citan tres centros egipcios en Canaán de dominio real para facilitar los viajes. En fin, el hecho de que Menefta mandase una expedición de castigo contra Israel demuestra que la existencia de una nación con ese nombre existía ya en el siglo XIII a. de C. y que habitaba en Canaán.



[i]. Hijo de Amenofis III y Tiy, fue el último faraón del Dinastía XVIII del Imperio Nuevo. Adoptó y se identificó con Atón, dios solar, al que considera un espíritu universal omnipresente y el único creador del Universo. Algunos investigadores de las religiones le consideran el primer monoteísta de la Historia de la Humanidad, precedente claro del Dios de Israel.

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