El sueño de la razón produce monstruos

domingo, 28 de noviembre de 2010

Nocturno. Y solidaridad con el pueblo saharaui...

Nadie sale indemne de una búsqueda desesperada. Las incertidumbres de los hombres, con mayor o con menor intensidad, a todos nos atenazan alguna vez en la vida. Quizás el hombre está de más o quizás no; tengo la intuición de que la nausea es una pose, solo una pose, una forma de estar en el mundo para enmascarar el miedo, el miedo a ese supuesto paraíso tenebroso de la nada que trata de dar respuestas a las limitaciones del conocimiento. El hombre es un ser desgarrado, desasistido, abandonado en un caos que apenas intuye o quizás no. Desesperadamente humano, cada uno trata de encontrar la felicidad que no halla, esa felicidad cuyo núcleo tal vez se vertebre con la absoluta libertad de poder elegir en todo momento lo que cada cual considere más auténtico para su propio desarrollo personal, siempre que respete como sacrosanta la libertad de los demás. Los determinismos políticos, sociales, religiosos y otros lastres adheridos a la existencia del ser humano hay que rasparlos con entereza hasta hacerlos desaparecer dejando al desnudo la esencia del ser. Las ansias de Belleza, de Eternidad, de Plenitud, imposibles tal vez de alcanzar, ¿acaso no son la causa última de las frustraciones del hombre?.

Quizás no haya vacío, nada esté vacío... sólo mundos invisibles a los sentidos del hombre, a la razón de los hombres, al entendimiento del hombre. Tal vez el arte, la estética, la moral, los pensamientos más audaces, las intuiciones, la música, los números, la palabra, la biología, la física cuántica o la nanotecnología y su incipiente poder de penetrar en otras dimensiones del mundo, de apariencia inexistentes..., se aproximen a esa plenitud deseada y sean el bálsamo que alivien la herida luminosa de ese querer conocer de las civilizaciones.

Muchos avances, muchos descubrimientos y la certeza cristalina de que la razón o la intuición de los hombres no han alcanzado, ni posiblemente alcancen, la comprensión total del océano en que se encuentran sumergidos... Con las calmas, se goza de un cierto sosiego, a menudo desgarrado; pero llegan los torrentes de las aguas azotadas por los vientos huracanados y los cielos ennegrecidos arrojan agua al agua como torbellinos enfurecidos. Entonces la sangre de los náufragos se diluye a borbotones entre sus gritos, devorados por los ronquidos horrísonos de la tempestad. Hasta el tiempo se ve aprisionado entre los ejes vertiginosos de esos remolinos...

Pero hasta en las crisis más destructivas y devastadoras, los hombres sólo nos vemos el ombligo, únicamente el ombligo, aherrojados en un cosmos misterioso del que desconocemos casi todo. Y los necios, con imperio y sin autoridad, aprovechan para imponer a los otros su verdad...¡Su verdad...¡ ¡ Qué inmensa estulticia! ¡Qué fatuos...! Sus dogmas son las coartadas de los usurpadores... hay que desenmascarar a los impostores... o quizás no merezca la pena; que sigan sumidos en su insensatez porque su torre de marfil está podrida, se cae a cachos, se descompone, envuelta en las tinieblas de las brumas y de los precipicios. Ellos, menos que nadie, no podrán salir indemnes de su propia necedad, no podrán salir indemnes, porque el causante, con la máscara de la tragedia o de la comedia, no puede salir indemne del sufrimiento ajeno; su impotencia, sus limitaciones, su falsedad será la fuerza que les arroje al precipicio de las tinieblas.

Ni Luces de bohemia, ni Cinco horas con Mario, ni La fundación de Buero, ni el arte deshumanizado de Poeta en Nueva York sosiegan el alma... solo dan desasosiego y depresión, el desasosiego de Macbeth, impregnado de política y ambición. Su culpabilidad trepará hasta sus cabezas y se derramará sembrando las vuestras, la cabeza de todos vosotros, de los que estáis leyendo esto, de los que escucháis estas palabras malditas, hasta invadiros, hasta devoraros, hasta transformaros en espantajos.

El miedo, los miedos, los miedos enfermizos os acorralarán. Pero qué es el miedo; para Vargas Llosa, el miedo es el elemento más corruptor del hombre, el componente más desasosegante de su alma, la maldad hecha carne... Y el miedo se hizo hombre y habitó entre nosotros... por miedo se cometen las mayores atrocidades... constituye la raíz de la ansiedad, el cimiento de las paranoias, la peana de las fobias... ¡El miedo! No hay abismo más profundo en el alma de los hombres. La ciudad y los perros o el miedo cristalizado en la educación; es el liberticida más eficaz de los usurpadores, y tal vez de la vida.

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