El sueño de la razón produce monstruos

sábado, 6 de noviembre de 2010

Y... La estética apofática de Malevich (VI)





Habiendo alcanzado el cero con el Cuadrado negro, esto es, la Nada como “esencia de la diversidad” (“el mundo sin-objeto”), Malévich exploró más allá del cero los espacios de la Nada.

La abstracción suprematista, por tanto, solo reconoce un universo: el del abismo del ser. El sin-objeto de Malévich implicaba la destrucción radical del puente que tienden sobre el “gran abismo” la metafísica y el arte tradicionales (Kant), y separa el mundo accesible a la razón (el fenómeno) del que no lo sería (el noúmeno).

La sensación del único mundo real (el fenómeno), del mundo sin-objeto (el noúmeno), quema todos los vestigios de formas en los dos polos del suprematismo, el Cuadrado negro y el Cuadrado blanco. Una serie de cuadros suprematistas de vivos y contrastados colores se sitúa entre estos dos polos. Los signos mínimos a los que recurre, y que nunca son enteramente geométricos, deben diluirse, disolverse, en el “movimiento coloreado”. La superficie coloreada es, en efecto, la única “forma viva real”, pero como el color “mata el tema”, lo que finalmente cuenta en el cuadro es el movimiento de las figuras coloreadas.

Durante diez años, entre 1916 y 1926, Malévich es uno de los protagonistas del arte de izquierdas ruso. Participa en debates, polemiza con tradicionalistas, con los constructivistas-produccionistas tras la revolución de 1917, anima grupos suprematistas, difunde su experiencia sin descanso y crea una arquitectura utópica (arquitectones, planites…). A partir de 1923, en Petrogrado, Malévich realiza, con sus alumnos, lo que él denomina “arquitectones” (=arquitectura): se trata de construcciones blancas integradas por elementos unidos de base cúbica. Desarrollará una teoría de “arquitectura” en la que denuncia la finalidad utilitarista de la arquitectura constructivista contemporánea, frente a su obsesión de una arquitectura verdaderamente artística, una arquitectura que no tiene puertas ni ventanas.

Malévich escribirá mucho: planfletos, manifiestos, artículos de opinión y, sobre todo, textos teóricos y filosóficos y que indignaron a los adversarios marxistas-leninistas del suprematismo. Por ello, a partir de 1922, fue violentamente atacado.

Dios no ha sido destronado. El arte, la iglesia, la fábrica (Vítebsk, 1922) es el último folleto publicado en vida del fundador del suprematismo. Su pensamiento es complejo y va dirigido hacia el cuestionamiento del ser, en busca de una nueva figura de Dios y de una nueva espiritualidad. El objeto del pensamiento suprematista, señala Emmanuel Matineau (Malévich et la philosophie, L´Age de´Homme, Lausana, 1977) es exactamente el mismo que la fenomenología de Heidegger llevará más tarde a la palabra.

Para Malévich, la “puesta a cero” de las formas no es más que un trampolín que le llevará más allá del cero, a las regiones de la Nada liberada. Este “más allá” no es una trascendencia en el sentido tradicional sino que se halla inmerso en el mundo sin-objeto, la única realidad (el noúmeno kantiano).

El libro de Malévich Dios no ha sido destronado. El arte, la iglesia, la fábrica se sitúa en las regiones de la “teología espiritual en sentido amplio, patrística entre otras, incluida la teología negativa clásica” y de la “teología apofática[1] del Dios inobjetivo, presuponiendo, además de un acceso experimental a la vida positiva de la Nada, un replanteamiento “fenomenológico” […] del significado de la apofasis como tal.

En una carta dirigida a Mijail Gerchenzon (de 11 de abril de 1920) cuando inicia su obra filosófica, se puede confirmar el antimaterialismo innato del pintor y su ambición de hacer del suprematismo pictórico y filosófico una nueva religión del espíritu, llamada a reemplazar todas las religiones, una “religión de acto puro”.

Los escritos de Malévich nos conducen por los meandros mismos de la creación en la que “pintar-escribir-pensar-ser” son posturas idénticas aunque no semejantes. Son el producto de una reflexión posterior a la obra realizada. Al mismo tiempo que defiende e ilustra el arte sin-objeto, nos ofrece la visión fiosófica de una práctica pictórica. Como gran pintor y filósofo supo plantear, como los grandes pensadores, la cuestión de la verdad del ser.

El 22 de mayo de 1923 Malévich publica El espejo suprematista, manifiesto en el que establece los fundamentos de su arte sobre una filosofía de la Nada: “El mundo como conjunto de las diversidades humanas es igual a cero […] La esencia de las diversidades es el mundo sin-objeto”.

En 1927 el artista es autorizado a ir a Varsovia, y luego a Berlín donde presenta una retrospectiva de su obra. Al percatarse de la precaria situación de la vanguardia en la Unión Soviética, deja sus cuadros y una importante selección de manuscritos inéditos en manos de amigos alemanes..

Al regresar a la Unión Soviética, es arrestado varios días. Entre 1928 y 1934 vuelve a pintar intensamente y deja más de cien obras. Abandona la pedagogía, la filosofía y vuelve a la pintura de caballete, siendo este dato biográfico el gran enigma de su vida. Retoma, en efecto, la temática del ciclo de los campesinos y regresa formalmente a la figuración. Es su etapa conocida por Posimpresionismo con el retorno a la figura después de 1927.

Hay algo impresionante en la serie de estos “rostros sin rostro” con franjas de colores vivos, cuya gama ruso-ucraniana recuerda la de la mesa pascual ortodoxa, en estos personajes campestres en los que la tierra y el cielo conforman un contraste pictórico sobrecogedor, en estos campesinos de hieráticas poses, atravesados por este sin-objeto, este no-ser universal que el suprematismo había hecho aparecer de manera tan enérgica entre 1915 y 1920. En ellos Malévich muestra que no ha renegado del Suprematismo.

En este postimpresionismo se entrega a un espacio icónico donde todo está impregnado por el color, elemento revelador de la verdadera dimensión, de la verdadera medida de las cosas. El color es puro, riguroso, lacónico. Del parentesco con la pintura de iconos es aún más claro que en las obras anteriores a 1914. Algunas “cabezas de campesino” descansan sobre una estructura de base tomada de los iconos de la Santa Faz (o Cristo aquerotipo) o del Pantocrátor: Mujer con rastrillo, Deportistas, Muchachas en el campo… Todo sugiere las intenciones artísticas del pintor.

El 15 de mayo de 1935 Malévich muere en Leningrado. Su obra se inscribe en el mármol de los grandes interrogantes del pensamiento universal, como cénit de la evolución estética europea a partir de Césanne y también como un sistema ontológico que permite que la verdad del ser se revele.


[1]. La teología apofática procede por medio de negaciones; se niega a referir a Dios los atributos sacados del mundo sensible e inteligible con el fin de acercarse a Él trascendiendo todo conocimiento y todo concepto Estudiaría lo que Dios no es; el Deus absconditus, el Dios oculto del que hablan muchas religiones. En frente se encuentra la teología catafática, que estudia lo que Dios es, propia de la tradición occidental.

A este respecto, Santo Tomás de Aquino afirmará: “de Deo nihil scimus”, que traducido viene a decir: “de Dios no sabemos nada”.

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