El sueño de la razón produce monstruos

jueves, 4 de noviembre de 2010

Para leer a Kazimir Malévich (III)

Autorretato de Malévich.1908

Retrato de Ivan Kliun. 1913

Esta obra forma parte de la colección del Museo Ruso de San Petersburgo.

Si Mondrian halló su camino hacia la abstracción a través de las sensaciones en un principio inspiradas en el paisaje de Holanda, vinculado a un puñado de creencias ideológicas (teosofía, Goethe, Hegel), Kasimir Malévich, por su parte, alcanza la abstracción a través de u percepción del cuerpo humano. A la abstracción asoció su certeza sobre la proporción ideal, una verdadera obsesión por las propiedades místicas de la geometría.

Desarrolló una concepción sorprendetemente original sobre la cabeza de la fisonomía humana. Su Autorretrato (h. 1908-1909) transmite algo de viveza y la intensidad de su propia personalidad; muy significativo de este obra es que está pintada con un formato cuadrado; sobre ella pesa un fuerte sentimiento fin de siècles y hay dejes simbólicos que recuerdan a Munch sobre todo en la oposición de rojos y verdes que denomina la armonía de colores de la pintura.

En Retrato terminado de Iván Kliun (1913), en estilo cubofuturista, muestra la cabeza disgregada de su amigo y discípulo; el ojo derecho de Kliun mira tanto hacia fuera como hacia dentro; el izquierdo, se ha eliminado para exponer un mundo imaginario compuesto por la representación cubista de una casa de madera, el cañón de una chimenea y nubes de humo, llevando al espectador a la mente de Kliun.

Al igual que los cubistas, intentaba superar lo momentaneo e introducir la cuarta dimensión temporal en sus cuadros. Estamos ante un Malévich que todavía no ha negado el arte figurativo. La abstracción vendría después de esta etapa cubista, entonces crearía su propio sístema: Suprematismo.

Malévich alude a Cuadrado negro (1915), su obra más famosa, como la imagen de su rostro. Malévich sigue siendo una figura enigmática. Leyó mucho más que Mondrian, pero de forma desordenada y poco metódica.Como pintor, empezó creyendo que su oficio era captar y transmitir fielmente la naturaleza; luego buscó las formas del impresionismo. Llega a Moscú en 1907. Conoce a los simbolistas rusos bajo el nombre de La Rosa Azul. La influencia de Pável Kuznetsov se deja sentir en la Serie amarilla; el panteísmo de las obras de la Rosa Azul adquiere una dimensión mística y sus figuras desnudas se asimilan a la naturaleza irradiando una espiritualidad inocente similar a la de los iconos rusos.

En 1908 visita la primera exposición de El Vellocino de Oro (arte francés) y conoce a Mijail Lasiónov y Natalia Goncharova quienes le invitarán a formar parte del grupo Jota de Diamantes, donde se unen la vanguardia rusa influida por París. Conocerá también la obra de Cézanne y a los más grandes herederos de este: Matisse, Picasso y Braque, a través de las colecciones del rico comerciante Serguéi Shchukin, el mayor coleccionista de pintura post-impresionista francesa del momento y de otros pintores europeos.

En 1912 se organiza la primera exposición de Cola de Burro en la que los artistas rusos se alejan de las tendencias extranjeras, especialmente francesa y muestran un cierto desprecio por el cubismo, adoptando un cierto entusiasmo por el futurismo italiano. Los rusos conocen el futurismo a través de sus panfletos y manifiestos. El futurismo cayó en un terreno especialmente fértil en Rusia y su impacto sobre Malévich fue decisivo y, en principio, le hizo mirar de un modo nuevo creando una variante independiente en paralelo con la influencia de Fernand Léger. Las fotografías de la obra de Léger conservan como ningún otro la predisposición francesa por los valores puramente formales, además de suscribir la visión de los futuristas sobre una sociedad moderna mecanizada y urbana, amén de su insistencia sobre la fragmentación dinámica de la materia.


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