El sueño de la razón produce monstruos

miércoles, 30 de mayo de 2012

Para entender a Baltasar Gracián: El Cardenal Cisneros, fundador de la Universidad de Alcalá (499). Recogimienmto, Alumbrados (dejamiento) e Iluminismo> Port-Royal


El Cardenal Jiménez de Cisneros muere en el momento  de deponer la carga de la regencia en manos de Carlos de Gante, ocho días después de que Lutero clave sus tesis en la puerta de la Schlooskirche de Wittenberg. Confesor de la reina Isabel desde 1492, casi inmediatamente después provincial de los franciscanos de Castilla, Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas desde 1495, Inquisidor General desde 1507, regente del reino en dos ocasiones, este fraile domina tan claramente la vida religiosa española durante los veinte años que preceden al estallido de la Reforma, que no podemos menos de remontarnos hasta él si queremos comprender la actitud de España frente a la revolución protestante. La España de Cisneros contiene en germen todo lo que desarrollará la de Carlos V y todo lo que se esforzará en salvar Felipe II.

        Cisneros, fundador de la Universidad de Alcalá, inspirador de la Biblia Poliglota, pertenece a la historia de la Prerreforma por toda una obra creadora que lo coloca en primera fila entre los promotores de aquella Philosophia Christi que va a entusiasmar a Europa. Uno de los varios aspectos de esa obra de Cisneros es su actividad reformadora. Quizá sea en él donde Prerreforma, Reforma y Contrarreforma manifiestan mejor su unidad profunda. (Bataillon, Marcel, 1995, pp. 1 y ss.).

Cisneros, inmerso en la observancia franciscana, organizó con gran efectividad sínodos, constituciones diocesanas e impulso toda clase de iniciativas y reformas de la vida y organización religiosas. Reformador de monasterios, conventos y órdenes mendicantes, su extremada campaña de evangelización de los musulmanes granadinos provocó los levantamientos de Granada y Las Alpujarras de 1499. Muerta su protectora Isabel, se alzó como figura política de primer orden. Medió entre Fernando y su yerno Felipe el Hermoso y, desaparecido éste, Cisneros presidió la Junta de Regencia. El testamento de Fernando (1516) le convierte en regente del Reino, frente a la oposición de los flamencos, que esperaban la llegada de Carlos I. Debió enfrentarse entonces a brotes revolucionarios e intrigas nobiliarias, que sofocó con gran energía. Murió en Roa, Burgos, el 8 de noviembre de 1517, cuando se dirigía hacia la costa para recibir al joven Carlos I.

En el plano humanista, sus aportaciones son elementos fundamentales en la cultura hispana: Universidad Complutense (1498) y Biblia Políglota, elaborada entre los años 1514-17. (García-Cárcel, Ricardo, 2000, pág. 44). Por entonces Erasmo de Rótterdam[1] era ilustre universalmente y era invitado a todas partes; recibe y rechaza la propuesta de trasladarse a España, a la universidad de Alcalá de Henares recientemente fundada por el Cardenal Cisneros, donde en 1517 se termina la Biblia Políglota Complutense con la colaboración de Nebrija y todo un equipo de doctos en que abundaban los erasmistas; “Non placet Hispania”, manifestó. A pesar de ello, sus ideas y doctrinas continuaron desarrollándose poderosamente en España, llegando a influir en la mística heterodoxa de los alumbrados  e iluministas[2], que tanto abundaron en Alcalá de Henares.

Como contrapunto a lo dicho anteriormente, queremos destacar la riqueza de conventos e iglesias, tan abundantes en la ciudad de Alcalá de Henares, a pesar de la gran novedad que supuso el modelo de vida cristiana defendido por el Humanismo y Erasmo de Rótterdam[3], al defender su “monachatus non est pietas”, es decir, que la vida monástica no conduce necesariamente al camino de perfección como ideal del cristianismo; claro que la contundencia de los edictos del Concilio de Trento y la Contrarreforma velaron aquellas ideas y, en parte, aquí tenemos algunos de sus resultados.


[1] . El humanista del siglo XVI más influyente fue el holandés Erasmo de Rotterdam (1467-1536), de cuyas obras más famosas se hicieron centenares de ediciones en el siglo XVI. En España, poco después de la muerte, en 1538, del Gran Inquisidor erasmista, Manrique, sus libros quedaron prohibidos e incluidos en el Index de 1559, a pesar de que anteriormente sus ideas y doctrinas tuvieron una gran influencia; las traducciones de sus obras fueron abundantísimas, su fama y popularidad alcanzaron límites insospechados, y el asunto llegó incluso al campo de las frases proverbiales: “El que habla mal de Erasmo, o es fraile o es asno”. Príncipes de la Iglesia, el Inquisidor General Manrique, intelectuales, cortesanos, se agruparon en torno a la ideología renovadora del holandés. Luego llegaría el luteranismo y la Contrarreforma.

                Su segundo éxito es el breve Enchiridion milithis christiani (1504) -Manual del caballero cristiano-, que en griego significa a la vez “manual” y “puñal”; 30 ediciones en 20 años alcanza esta obrita; guía del caballero cristiano, escrita a petición de una señora que deseaba enderezar discretamente a su marido. En sus 22 reglas -más moralizantes que fervorosas- Erasmo usa, junto a los ejemplos de santos, los de paganos virtuosos: la gran novedad es que su modelo de vida cristiana ya no es la monástica, “monachatus non est pietas”, aunque todavía no use el concepto de “secularidad”.

[2] . El recogimiento es la espiritualidad que florece entre franciscanos reformados de Castilla la Nueva. Es un florecimiento del misticismo alentado por Cisneros, que encontrará su expresión más rica y matizada en el Tercer abecedario espiritual de Fr. Francisco de Osuna. Es un método por el cual el alma busca a Dios en su propio seno, en un desprendimiento tan total del mundo, que deja a un lado el pensamiento de toda cosa creada, y hasta todo pensamiento discursivo. Esta espiritualidad se apoya en las enseñanzas de San Bernardo y de Gersón; es una disciplina del alma que tiende a prepararla para “la amistad e comunicación con Dios”. Todo el tratado de Osuna es una guía minuciosa que conduce a ese resultado final a través de una purificación de las pasiones y los deseos.
                Los alumbrados que predican el dejamiento parecen obrar con menos prudencia. Esto inquieta más a la Inquisición y los recogidos procuran distinguirse de los dejados; para estos últimos, rama de los recogidos,  sólo hay una oración, que resume todas las demás: Fiat voluntas tua (“Hágase tu voluntad”).
El iluminismo, en sus distintas ramas,  invocaba la inspiración divina e iba en contra del formalismo religioso; desestimaba el culto de las imágenes, como signo de idolatría, y la adoración de la cruz; además defendían una gran libertad de juicio respecto a la vida monástica, rechazaban las bulas de las indulgencias, las excomuniones, los ayunos y abstinencias y la confesión auricular; si se piensa que el evangelismo decisivo de los alumbrados margina la doctrina de los santos, pretendiendo conocer nada más que la Sagrada Escritura, se comprende que la Inquisición se alarmara de la propaganda de los “alumbrados o dejados”. (Bataillon, Marcel, 1966, págs.173 y ss.)

[3] . Defensor de una religiosidad pura y escueta, desprovista de ceremonias exteriores y de hipocresías, Erasmo propugnaba, simplemente, la secularización del cristianismo, un humanismo tan clásico como cristiano, que sirviera, al propio tiempo, para llevar a cabo una auténtica reforma política y social, conducente, en fin, a la construcción de un estado universal y pacífico: Pax et unanimitas (“Paz y concordia o armonía” podría ser el lema erasmista).
Este tema formará parte de su tercer gran éxito, el también breve Moriae enkomion, id est stultitiae laus (Elogio de la locura, esto es, Encomio de la Estulticia, 1509), tomando Moria en juego de palabras con el apellido del dedicatorio de la obra, Thomas More (Tomás Moro), autor de la Utopía. Allí el personaje Stultitia afirma ser la sal de la tierra, y va poniendo en solfa una serie de costumbres y estamentos -incluidas las creencias en reliquias. (Martín de Riquer y José María Valverde, Historia de la Literatura Universal. Vol. 4 por José María Valverde , catedrático de Estética de la Universidad de Barcelona. Barcelona: Planeta.

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