El Cardenal Jiménez de Cisneros muere en el momento de deponer la carga de la regencia en manos
de Carlos de Gante, ocho días después de que Lutero clave sus tesis en la
puerta de la Schlooskirche de Wittenberg. Confesor de la reina Isabel desde
1492, casi inmediatamente después provincial de los franciscanos de Castilla,
Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas desde 1495, Inquisidor General
desde 1507, regente del reino en dos ocasiones, este fraile domina tan
claramente la vida religiosa española durante los veinte años que preceden al
estallido de la Reforma, que no podemos menos de remontarnos hasta él si
queremos comprender la actitud de España frente a la revolución protestante. La
España de Cisneros contiene en germen todo lo que desarrollará la de Carlos V y
todo lo que se esforzará en salvar Felipe II.
Cisneros, fundador de la
Universidad de Alcalá, inspirador de la Biblia Poliglota, pertenece a la
historia de la Prerreforma por toda una obra creadora que lo coloca en primera
fila entre los promotores de aquella Philosophia Christi que va a
entusiasmar a Europa. Uno de los varios aspectos de esa obra de Cisneros es su
actividad reformadora. Quizá sea en él donde Prerreforma, Reforma y
Contrarreforma manifiestan mejor su unidad profunda. (Bataillon, Marcel, 1995, pp. 1 y ss.).
Cisneros,
inmerso en la observancia franciscana, organizó con gran efectividad sínodos,
constituciones diocesanas e impulso toda clase de iniciativas y reformas de la
vida y organización religiosas. Reformador de monasterios, conventos y órdenes
mendicantes, su extremada campaña de evangelización de los musulmanes
granadinos provocó los levantamientos de Granada y Las Alpujarras de 1499.
Muerta su protectora Isabel, se alzó como figura política de primer orden.
Medió entre Fernando y su yerno Felipe el Hermoso y, desaparecido éste,
Cisneros presidió la Junta de Regencia. El testamento de Fernando (1516) le
convierte en regente del Reino, frente a la oposición de los flamencos, que
esperaban la llegada de Carlos I. Debió enfrentarse entonces a brotes revolucionarios
e intrigas nobiliarias, que sofocó con gran energía. Murió en Roa, Burgos, el 8
de noviembre de 1517, cuando se dirigía hacia la costa para recibir al joven
Carlos I.
En el plano humanista, sus
aportaciones son elementos fundamentales en la cultura hispana: Universidad
Complutense (1498) y Biblia Políglota, elaborada entre los años
1514-17. (García-Cárcel, Ricardo, 2000, pág. 44). Por entonces Erasmo de Rótterdam[1]
era ilustre universalmente y era invitado a todas partes; recibe y rechaza la
propuesta de trasladarse a España, a la universidad de Alcalá de Henares
recientemente fundada por el Cardenal Cisneros, donde en 1517 se termina la Biblia
Políglota Complutense con la colaboración de Nebrija y todo un equipo de
doctos en que abundaban los erasmistas; “Non placet Hispania”,
manifestó. A pesar de ello, sus ideas y doctrinas continuaron desarrollándose
poderosamente en España, llegando a influir en la mística heterodoxa de los alumbrados e iluministas[2],
que tanto abundaron en Alcalá de Henares.
Como
contrapunto a lo dicho anteriormente, queremos destacar la riqueza de conventos
e iglesias, tan abundantes en la ciudad de Alcalá de Henares, a pesar de la gran novedad que supuso el modelo de vida cristiana
defendido por el Humanismo y Erasmo de
Rótterdam[3],
al defender su “monachatus non est pietas”, es decir, que la vida
monástica no conduce necesariamente al camino de perfección como ideal del
cristianismo; claro que la contundencia de los edictos del Concilio de Trento y
la Contrarreforma velaron aquellas ideas y, en parte, aquí tenemos algunos de
sus resultados.
[1] . El humanista del
siglo XVI más influyente fue el holandés Erasmo de Rotterdam (1467-1536), de
cuyas obras más famosas se hicieron centenares de ediciones en el siglo XVI. En
España, poco después de la muerte, en 1538, del Gran Inquisidor erasmista, Manrique,
sus libros quedaron prohibidos e incluidos en el Index de 1559, a pesar de que anteriormente sus ideas y doctrinas
tuvieron una gran influencia; las traducciones de sus obras fueron
abundantísimas, su fama y popularidad alcanzaron límites insospechados,
y el asunto llegó incluso al campo de las frases proverbiales: “El que habla
mal de Erasmo, o es fraile o es asno”. Príncipes de la Iglesia, el
Inquisidor General Manrique, intelectuales, cortesanos, se agruparon en torno a
la ideología renovadora del holandés. Luego llegaría el luteranismo y la
Contrarreforma.
Su segundo éxito es
el breve Enchiridion milithis christiani (1504) -Manual del caballero cristiano-, que en griego significa a la vez
“manual” y “puñal”; 30 ediciones en 20 años alcanza esta obrita; guía del
caballero cristiano, escrita a petición de una señora que deseaba enderezar
discretamente a su marido. En sus 22 reglas -más moralizantes que fervorosas-
Erasmo usa, junto a los ejemplos de santos, los de paganos virtuosos: la gran
novedad es que su modelo de vida cristiana ya no es la monástica, “monachatus
non est pietas”, aunque todavía no use el concepto de “secularidad”.
[2]
. El recogimiento es la espiritualidad que florece entre
franciscanos reformados de Castilla la Nueva. Es un florecimiento del
misticismo alentado por Cisneros, que encontrará su expresión más rica y
matizada en el Tercer abecedario espiritual de Fr. Francisco de Osuna.
Es un método por el cual el alma busca a Dios en su propio seno, en un
desprendimiento tan total del mundo, que deja a un lado el pensamiento de toda
cosa creada, y hasta todo pensamiento discursivo. Esta espiritualidad se apoya
en las enseñanzas de San Bernardo y de Gersón; es una disciplina del alma que
tiende a prepararla para “la amistad e comunicación con Dios”. Todo el
tratado de Osuna es una guía minuciosa que conduce a ese resultado final a
través de una purificación de las pasiones y los deseos.
Los alumbrados que predican
el dejamiento parecen obrar con menos prudencia. Esto inquieta más a la
Inquisición y los recogidos procuran distinguirse de los dejados;
para estos últimos, rama de los recogidos, sólo hay una oración, que resume todas las
demás: Fiat voluntas tua (“Hágase tu voluntad”).
El iluminismo,
en sus distintas ramas, invocaba la
inspiración divina e iba en contra del formalismo religioso; desestimaba el
culto de las imágenes, como signo de idolatría, y la adoración de la cruz;
además defendían una gran libertad de juicio respecto a la vida monástica,
rechazaban las bulas de las indulgencias, las excomuniones, los ayunos y
abstinencias y la confesión auricular; si se piensa que el evangelismo decisivo
de los alumbrados margina la doctrina de los santos, pretendiendo conocer nada
más que la Sagrada Escritura, se comprende que la Inquisición se alarmara de la
propaganda de los “alumbrados o dejados”. (Bataillon, Marcel, 1966, págs.173 y
ss.)
[3]
. Defensor de una religiosidad pura y escueta, desprovista de ceremonias
exteriores y de hipocresías, Erasmo propugnaba, simplemente, la secularización
del cristianismo, un humanismo tan clásico como cristiano, que sirviera, al
propio tiempo, para llevar a cabo una auténtica reforma política y social,
conducente, en fin, a la construcción de un estado universal y pacífico: Pax
et unanimitas (“Paz y concordia o armonía” podría ser el lema erasmista).
Este tema formará parte de su tercer gran
éxito, el también breve Moriae enkomion, id est stultitiae laus (Elogio de la locura, esto es, Encomio de la
Estulticia, 1509), tomando Moria en juego de palabras con el
apellido del dedicatorio de la obra, Thomas More (Tomás Moro), autor de
la Utopía. Allí el personaje Stultitia afirma ser la sal de la
tierra, y va poniendo en solfa una serie de costumbres y estamentos -incluidas
las creencias en reliquias. (Martín de Riquer y José María Valverde, Historia
de la Literatura Universal.
Vol. 4 por José María Valverde , catedrático de Estética de la Universidad de
Barcelona. Barcelona: Planeta.
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