Las Pasiones humanas (1896),
del escultor belga Jef Lambeaux (1852-1908)
Cuando la obra fue abierta al público en 1898 suscitó un
escándalo inmediato. La oda a la vida que representa, en forma de cuerpos
desnudos que gozan, ríen, se aman,
sufrió la condena pública al considerarla inmoral y un ataque a
la decencia.
Tres días después de su apertura fue clausurado.
Una de las más
evidentes empresas artísticas que haya conocido la humanidad, la mitología
arcaica y clásica griega, y dos de sus derivas sustanciales: la literatura y la
filosofía, como pilares del pensamiento precristiano, es comparable a la
religión cristiana en teología, a la hechura y configuración de la Capilla Sixtina en pintura, a la
aventura inenarrable del descubrimiento de América por Cristóbal Colón en el
arte de la navegación, a la comedia humanística, como La Tragicomedia de Calixto y Melibea, en literatura, y, en la
música, a la ópera épica El Anillo del Nibelungo (tetralogía formada por
El oro del Rin (Das
Rheingold), La valquiria (Die
Walküre), Sigfrido (Siegfried)
y El ocaso de los dioses (Götterdämmerung),
de Richard Wagner, por poner algunos ejemplos.
Como Wagner en la
mitología germánica, convencido por Ludwing
Feuerbach[1], de que
no eran los dioses los que creaban a los hombres sino éstos a los dioses, adornándolos
de todas sus virtudes y defectos, nos iremos moviendo por parte de esa
tradición arcaica y clásica de los griegos en la que se sustenta su mitología y
su literatura, y los infortunios de los hombres en su relación individual con
la comunidad y con el Estado a través de la tragedia griega, lo que es tanto
como decir a través de la mitología, la literatura y la filosofía. El poeta
elegíaco y filósofo griego Jenófanes de Colofón (570 a. C.), entre los
presocráticos, ya había afirmado “los
seres humanos se han creado dioses a su propia imagen”, y Protágoras, “El hombre es la medida de las cosas”.
Fueron este grupo de filósofos primitivos los que por primera vez dijeron que
los mitos no fueran tal vez más que imaginaciones humanas.
Uno de los fines de El anillo del nibelungo es, sin duda, la
recusación de la trascendencia teológica, la convicción de Wagner de que solo
el arte da vida y vigencia a unos dioses y a un más allá tan frágiles, vulnerables y confusos como los mismos
seres humanos[2].
En la mitología griega se
desencadenan las pasiones, las hazañas, los crímenes y, a partir de ese pecado original, se precipitará a
dioses, semidioses, titanes, gigantes, humanos, padres, consortes y
descendientes, griegos y troyanos, en una orgía de violencia que acabará por destruirlos
sumiéndolos en el camino de la exterminación y la muerte (la saga de los Labdácidas o la cadena de desgracias que jalonan la historia de los Atridas).
No hay tabú que no se
viole (incesto, matricidio, parricidio, filicidio…) ni exceso (raptos, violaciones,
sacrilegios, apostasía, bacanales, traiciones, codicias…) que no se cometa en
el panteón pagano griego. Se suceden las prácticas mágicas y oráculos que
destruyen la identidad de los individuos y los destellos diamantinos no dejan
de deslumbrarnos o sobrecogernos cuando afrontamos la lectura de sus líricas o
épicas peripecias, en las que intervienen dioses, hombres y héroes, casi siempre
macabras y tan horrendas y feroces que serían irresistibles sin la originalidad
y la belleza de los textos que van modelando cada episodio con profundidad y
elegancia, hasta concluir en una intensidad milagrosa como la que podemos
contemplar en el destino aciago de Edipo o en la muerte violenta de Antígona.
Todo ese mundo mítico y
mágico nos aparece distanciado de las experiencias vividas y se transmuta en
imágenes plásticas y espectáculo dramático, a veces sacralizado, una realidad otra (una piedra, un árbol) o como cosa “totalmente otra” (lo
natural, lo profano) y totalmente
diferente (lo sagrado, que al
manifestarse, se limita y deja de ser absoluto. Ej.: con la Encarnación del Hijo de Dios, Dios mismo se hace historia (Jesucristo, el hijo del hombre), acepta
limitarse; ahí radica el mysterium
tremendum, el gran misterio ininteligible) (ELIADE, Mircea, 1991).
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