El sueño de la razón produce monstruos

miércoles, 23 de mayo de 2012

Gracián: El Oráculo Manual y Arte de Prudencia


            ALONSO, Santos considera que una de las obras más atractivas y sugestivas de nuestra literatura es el Oráculo. Si El Criticón es la vida misma mediante la acción, el Oráculo es la vida misma en normas. Sus trescientos aforismos dicen mucho más de lo que aparentemente dicen, de lo que superficialmente señalan, de ahí que el texto sea de difícil lectura.

            Los aforismos gracianos son semejantes a todas las formas existentes hasta la fecha para expresar brevemente un pensamiento: participan del significado relevante y ejemplar del apotegma (muchos de sus aforismos llevan el verbo en imperativo o presente de subjuntivo, en la primera parte de la frase), de la enseñanza didáctica de los proverbios, de la ética de las máximas y los axiomas, y del valor universal de los epigramas. Pero a lo que más se aproximan es a las sentencias, a los epigramas o a los proverbios. Cualquier significado concreto y nimio le induce a Gracián a formular una verdad general, verdadera para toda época y para todos los hombres.

                La inferencia es clara; el jesuita ha decido escribir un libro de consejos, de reglas para gobernarse, partiendo de esa tradición de libros de consejo para gobernantes. La diferencia está en que su destinatario no son los príncipes ni los reyes, sino que su objetivo será el comportamiento de cualquier persona.

            La sustantiva prudencia que Gracián enseña en el Oráculo manual, la de cómo moverse en un mundo fundamentalmente hostil, para sobrevivir en su piélago, ha sido la clave del éxito editorial de la obra a lo largo de los siglos. Su potencia radica en esa adaptación del hombre al mundo circundante, en ese acomodarse a la ocasión, un consejo de conducta fundamental para el hombre barroco, pero que no deja de serlo para el hombre de nuestro tiempo.

            El éxito, pues del Oráculo se debe, pues, a que Gracián ofrece “Al lector” un “epítome de aciertos de vivir”; el arte de prudencia pasa, de ser norma de comportamiento en el ámbito político, a ser norma en la vida que permite el triunfo moral en la vida cotidiana de todo ser humano. Y todo ello desde una forma nueva, la del aforismo. Como ya hemos anticipado, se han visto precedentes, por tener rasgos comunes al aforismo graciano, en los apotegmas de Plutarco; en los de Erasmo que revitalizan el género en el s. XVI; en la sentencia (un juicio general de obligación), o en los adagios o proverbios, que van dirigidos a la formación de un hombre prudente y discreto. También los epigramas, que expresan una verdad general deducida de algo concreto, y, finalmente, los emblemas y empresas, género inaugurado por Alciato y que también pudieron influir en Gracián.


Si el Renacimiento exaltaba la vida, el Barroco va produciendo una progresiva desvalorización de todo lo terreno y se vuelve a ideas medievales como la fugacidad de la vida y la caducidad de todas las cosas. La base del desengaño barroco es la brevedad de todo lo terreno. Frente al idealismo y optimismo renacentista, domina ahora una concepción negativa del mundo, que aparece como caos, desorden, confusión, lo que conlleva frustración y desencanto y esa negatividad viene también fomentada por las conflictivas consecuencias histórico-sociales: guerras, pestes, decadencia del Imperio…

            La vida barroca está presidida por la idea de la muerte: vivir es solo un tránsito entre la cuna y la sepultura, título de una obra de Quevedo. El paso del tiempo lo destruye todo, y, por tanto, todo es vanidad. La realidad es sólo ilusión, apariencia, sueño (La vida es sueño de Calderón) y el mundo es un gran teatro donde cada persona representa su papel; esta imagen del theatrum mundi se puede rastrear desde la Antigüedad al mismo Renacimiento, hasta plasmarse en el auto-sacramental titulado El gran teatro del mundo del mismo don Pedro Calderón de la Barca. Y como hay que vivir en este teatro, el hombre barroco es un ser esencialmente desconfiado. Para sobrevivir en una realidad tan engañosa en la que las cosas no son como parecen, en la que todo esta lleno de trampas, es necesario saber moverse por él. De ahí que el modelo de comportamiento renacentista se desplace de El Cortesano de Baltasar de Castiglione al  Discreto o el Oráculo manual y arte de prudencia de Baltasar Gracián. El jesuita nos propone el engaño, la prudencia, el saber ocultarse, la discreción como el camino que debe seguir la vida del que quiera triunfar o simplemente sobrevivir. El recuerdo de La vida del Lazarillo de Tormes y sus aventuras y adversidades (Burgos, 1554) aún sigue vivo.
                                                                                 A.T.T.
 
                                                                              A.T.T.

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