El mito personal y cultural de Calderón
El conflicto central de La vida es sueño y su formulación dramática alude obsesivamente a la obra completa de Calderón, donde se repite la misma constelación de elementos invariables, aunque cambie cada vez el argumento, la fábula.
El sistema dramatúrgico de Calderón y su intencionalidad es translúcido y refleja lo que Ruiz Ramón llama un mito dramático, síntesis a la vez de un mito personal y un mito cultural, donde es difícil distinguir entre psicología e ideología, entre interioridad y exterioridad, entre la representación simbólica del Yo y del Nosotros, entre consciente / subconsciente individual y colectivo contextualizado en el sistema histórico y político, religioso y lingüístico.
Los elementos invariables de la acción dramática son bien conocidos: a) signos funestos que preceden y acompañan el nacimiento del héroe dramático; b) violencia cósmica que alude a una violencia original actualizada en el parto o con la muerte de la madre al dar a luz, en cuyo caso el símbolo reiterado es el de la “víbora humana”, que mata a quien le da la vida; c) confinamiento de la criatura recién nacida como prevención y remedio de los males que puede acarrear; d) aislamiento y ostracismo del infante, encerrado en una cueva, torre, jardín o espacio salvaje, decretados espacios tabú al que nadie puede acceder bajo pena de muerte y del que nadie puede salir; e) lamento y desesperación del prisionero, ignorante de su culpa; f) liberación del preso por quien lo mandó encerrar o por otro, extraño, que puede pagar con su vida; g) cumplimiento final, literal o simbólicamente, de los hados anunciados. Y, al mismo tiempo, oposición entre largos parlamentos paralelos entre el discurso de la Víctima, centrado en la Libertad, y el discurso del Poder, centrado en el Destino. El resultado será la ironía trágica como guía semántica de toda la dramaturgia calderoniana.
3.5. La fábula de La vida es sueño y su ironía trágica.
La vida es sueño supone la cima del teatro idealista de Calderón; compuso la obra en 1635, en los comienzos del ciclo de sus dramas filosóficos por lo que se considera un anticipo genial de juventud más que un logro de madurez.
A Basilio, estudioso de las matemáticas y de la astrología, rey de Polonia, un horóscopo le ha vaticinado que su hijo Segismundo, príncipe heredero, le arrebatará el trono antes de su muerte, relacionando así su caída con el nacimiento del hijo, y se convertirá en un cruel y despótico tirano. Una de las pasiones de Basilio es leer los acontecimientos futuros en los astro y cree firmemente en la predestinación y que la trayectoria del hombre está determinada por los cielos desde que nace hasta que muere. Ya había profetizado que Clorilene, su esposa, moriría el día que diera a luz a Segismundo, el hijo de ambos, y así sucedió; más tarde leyó en los astros que su hijo sería un príncipe cruel que transformaría el reino en un ámbito de traiciones y de vicios, derrocándole del trono.
Con la intención de evitar la catástrofe, recluye al príncipe de temprana edad en una torre de piedra abandonada en un abrupto paraje entre montañas, lejos de la Corte, donde sólo Clotaldo, noble de Moscovia y fiel servidor del rey Basilio, atenderá sus necesidades más básicas de alimento y de educación en ciencias y en los preceptos del Catolicismo, en un régimen de dura disciplina, al tiempo que le oculta su origen, donde se cría embrutecido y encadenado.
Clotaldo es un personaje bisagra que vertebra las dos tramas de la obra que se iluminan entre sí con fuertes claroscuros y contraposiciones violentas profundizando en sus particulares motivos: las vicisitudes de Segismundo, que lo conducirán a la conquista de su verdadera libertad, y las de Rosaura, una joven que disfrazada de hombre, va siguiendo el rastro del hombre que la ha seducido, Astolfo (como prueba de la infamia, lleva al cuello un retrato de Rosaura, lo que provoca el recelo de Estrella), sobrino del rey Basilio y uno de los pretendientes en el orden sucesorio, que la dejó abandonada en Moscovia con la intención de acceder al trono de Polonia.
Astolfo compite con Estrella, sobrina de Basilio y, por tanto, prima de aquél, también pretendiente a la sucesión, aunque ella se no se muestra ambiciosa del poder. Las dos acciones avanzan autónomas, pero una con otra se entrelazan, anudan, se separan; y lo que las corona será la acción de justicia que Segismundo cumple con rectitud de ánimo, dando a cada uno lo suyo sin perjudicar a nadie. Segismundo quedará prendado de su belleza durante la primera salida de su cautiverio (Jornada II) y al final de la obra (Jornada III), ya como príncipe heredero, la pedirá como esposa.
El drama comienza revelando el ánimo exacerbado de Segismundo en su soledad inhumana y salvaje; cubierto de pieles y encadenado como una fiera, odia y maldice la existencia, mientras desea desesperadamente la libertad de que gozan hasta las bestias. La inesperada presencia de de la bellísima Rosaura, que se dirige a él con ternura y compasiva bondad, lo calman momentáneamente, aunque acaba estallando de furor mostrando sus dos tendencias interiores: la del hombre y la de la bestia.
Es Rosaura, pues, vestida de hombre (Jornada I), quien irrumpe en escena al caerse del caballo (hipogrifo violento, v. 1), acompañada del gracioso Clarín en esta aventura. Entre aquellas desiertas montañas, divisan la torre y al acercarse a la puerta, del oscuro interior sale un ruido de cadenas y la voz quejumbrosa de Segismundo que se lamenta con el ya clásico “¡Ay, mísero de mí, ay, infelice!” (v. 102), concluyendo que “…el delito mayor / del hombre es haber nacido,” (vv. 111-112). Rosaura se acerca al prisionero vestido de pieles y Segismundo, pensando que es un hombre, intenta matarla por haber violado su intimidad; cuando la oye hablar se enternece y la suelta. Rosaura empieza a contarle su historia y es entonces cuando Clotaldo, armado y acompañado de varios soldados, ordena detenerla junto a Clarín y manda que los venden los ojos. Han quebrantado la prohibición real de examinar a Segismundo. Rosaura y Clarín deponen las armas y cuando le entrega la espada a Clotaldo, éste la reconoce, pues es la que dejó a Violante, una hermosa mujer, con el encargo de quien se la llevara a Polonia sería hijo suyo. Rosaura es hija, pues, de Clotaldo, aunque este aún no sabe que es mujer. En su soliloquio duda entre el honor y la lealtad al rey, entre el amor del padre o la obligación de matar a ese joven (Rosaura) por violar la orden real. Por fin decide llevar a los prisioneros ante el rey y que él determine su destino.
Cuando llegan hasta el rey Basilio, Clotaldo y sus prisioneros, aquél le cuenta al rey que han visto a Segismundo en el lugar secreto donde lo ocultaban. El rey le quita importancia al confesar a Clotaldo que ya ha revelado a la Corte reunida en sesión extraordinaria el secreto de la Torre. La corte aclama su decisión.
El rey Basilio, poseído por la conciencia de su propia grandeza y de la trascendencia de sus decisiones, cita a Clotaldo para darle instrucciones, porque va ser: “instrumento del mayor / suceso que el mundo ha visto” (Jornada I, vv. 884-885). Y el suceso al que se reviere es, obviamente, la prueba a la que va a someter a su hijo; el traslado de Segismundo de la Torre al Palacio: poner en el trono a Segismundo; si es prudente, cuerdo y benigno lo nombrará heredero; si es cruel, soberbio y nefasto, lo volverá a encerrar en la torre. La instrumentalización de Clotaldo, fiel ejecutor de los planes del Rey, consiste en cumplir literalmente las instrucciones y órdenes recibidas.
El informe de Clotaldo y su diálogo con Basilio desvela a los espectadores lo dispuesto por el Rey y los riesgos del plan real y sus posibles efectos sobre Segismundo y su estancia en el Palacio, de la que dependen los destinos del reino y el suyo propio. A Basilio le interesa cómo pasó (Jornada II, v. 988); en ese diálogo se refleja la seguridad del sabio Rey en su propia conciencia y el pleno conocimiento de la peligrosidad y los efectos del método elegido: el brebaje administrado a Segismundo para traerlo inconsciente a Palacio, y Clotaldo le manifiesta la violenta reacción que produce la mezcla de las yerbas usadas: “cuyo tirano poder / y cuya secreta fuerza / así el humano discurso / priva, roba y enajena, / que deja vivo cadáver / a un hombre, y cuya violencia, / adormecido le quita / los sentidos t potencias…” (Jornada II, vv. 994-1001).
Clotaldo, impresionado por la fuerza de los efectos de la droga, distinguirá entre “venenos” que matan y “venenos” que duermen. Un pequeño error en la dosis, supondría que fuera mortífero. Son veinticuatro los versos que dedica Clotaldo a describir esos efectos en Segismundo, recordando las secretas virtudes de animales, plantas y minerales utilizados por la medicina experimental y distinguiendo entre los medicamentos que matan o duermen, asunto que, sin duda, suscitaba un gran interés en el variopinto público de los teatros de entonces. Los tres componentes mayores de la bebida que manda hacer el Rey-Sabio antes de traerle a palacio son: “el opio, la adormidera / y el beleño…” (vv. 1023-1024) y se menciona otra distinta, el lotos (Jornada II, v. 2060), cuando le devuelve a la torre de nuevo. ¿Por qué esa diferencia de drogas? Tal vez la explicación está en la relación entre dramaturgia y drogas. Baltasar de Victoria al narrar la historia de Príapo y la ninfa Loto[1] cierra su relato con este comentario: “Y es símbolo del olvido […], dizen que es fruta sabrosísima, pero al que le gusta, le haze que sea muy falto de memoria, de tal suerte, que de nada se le recuerde…” Es más que probable que Calderón eligiera el lotos por su propiedad simbólica legendaria, asociado poéticamente con la pérdida de memoria y el olvido, por ser más útil a su intencionalidad dramática, dado que la preocupación de Basilio es que Segismundo no tenga por real lo sucedido en palacio; de ahí que titule el drama La vida es sueño, pues con el poder narcótico del lotos hacer creer y hacer olvidar se refuerzan complementariamente, para impedir que el príncipe recuerde o crea real lo vivido en palacio. Si así sucede, no sufrirá ni se rebelará encerrado en la torre mientras Astolfo y Estrella, “convenidos / con la fe del matrimonio” (Jornada I, vv. 833-834) acceden al trono. Y así hubiera sucedido, si Rosaura y los soldados rebeldes, fuerzas inexistentes en la lectura que el Rey-Astrólogo hizo del horóscopo, no hubieran puesto en marcha, en la Jornada III, la acción que parecía ya acabada al final de la Jornada II.
En la prueba, Segismundo se revelará necesariamente como una naturaleza salvaje y hombre incapaz de dominarse y dirigirse, al ser víctima de los dictados pulsionales. Antes de la prueba, Clotaldo libera a Rosaura y a Clarín, y Rosaura cuenta a su padre, sin saber que es él, que ha llegado a Polonia para vengarse de Astolfo, duque de Moscovia, que se fue a Polonia para casarse con la infanta Estrella, mancillando el honor de la familia. Clotaldo queda pensativo.
Más tarde, Clotaldo le cuenta al monarca que ha sacado a Segismundo de la Torre dándole su narcótico, mezcla de opio y beleño, cuyos efectos conocidos eran alteración de la visión, confusión, deseos lujuriosos, excitación e hiperactividad. Inmerso en el sueño y trasladado al palacio real (el cuarto del rey), Segismundo despierta entre gente que se humilla y le hace reverencias. Vacilante y perplejo, no sabe si fiarse a la percepción de sus sentidos; pero pronto intuye la conciencia de sí mismo y se convence de que no está soñando.
Con la prueba Basilio quiere mostrar y demostrarse que el libre albedrío dirige al ser humano y no el destino escrito en las estrellas. Rosaura está en palacio como dama de honor de Estrella (Astrea) y Clarín se queja de su abandono. En este momento sale a escena Segismundo, sorprendido, aturdido y despertado del sueño, con unos criados que tratan de vestirlo y Clotaldo se acerca a Segismundo y le dice que es el príncipe heredero de Polonia. Segismundo, lleno de rabia y violencia, quiere matar a Clotaldo. Clarín se pone de parte de Segismundo (“[…]. Señor, / yo soy un grande agradador / de todos los Segismundos”, vv. 1337-1339). Sale Astolfo a escena y se presenta a Segismundo como primo suyo (“[…] Yo soy/ Astolfo, duque he nacido / de Moscovia, y primo vuestro; / haya igualdad en los dos” (vv. 1354-1357). Segismundo lo saluda con desinterés; después sale a recibirlo Estrella y se muestra epatado por su belleza, pues solo sabe de mujeres por los libros: “Segismundo: […] ¿quién es / esta beldad soberana? / ¿Quién es esta diosa humana, / a cuyos divinos pies / postra el Cielo su arrebol? Clarín: Es señor, tu prima Estrella. Segismundo: Mejor dijeras el sol.” (vv. 1385-1390). Segismundo quiere besar la mano de Estrella; un criado trata de impedirlo porque este gesto supondría un compromiso formal contra Astolfo; Segismundo coge al criado en los brazos y lo arroja al mar por un balcón. Astolfo le recrimina y el príncipe le amenaza con decapitarle.
Se va Astolfo y sale el Rey que cuando se entera de lo sucedido le repudia por el homicidio cometido. Segismundo recrimina al rey su trato cruel y el encierro recibido; Basilio le advierte que no sea tan soberbio porque pudiera estar soñando lo que está viviendo en esos momentos: “mira bien lo que te advierto: / que seas humilde y blando, / porque quizás estás soñando, / aunque ves que estás despierto.” (vv. 1528-1531). Se va el Rey. Segismundo: “¿Qué quizá soñando estoy, / aunque despierto me veo? / No sueño, pues toco y creo /lo que he sido y lo que soy (vv. 1532-1535) […] Pero ya informado estoy / de quién soy, y sé que soy / un compuesto de hombre y fiera.”
Hay un breve encuentro con Rosaura que se hace pasar por una dama de Estrella. Sale Clotaldo y le advierte que sea más humilde pero Segismundo saca su daga y trata de matarlo; forcejea con Clotaldo; sale Astolfo para protegerlo. Sacan las espadas, y salen el Rey Basilio y Estrella; los dos se detienen. Segismundo se va y Basilio decide que Segismundo dormirá de nuevo y despertará en la Torre. En un aparte, Estrella rechaza a Astolfo que se marcha enfadado. Luego llama a su dama, Astrea, que resulta ser Rosaura, y Estrella le hace la confidencia de que se casará con Astolfo y le entregará el retrato de una dama que lleva al cuello. Llega Astolfo que reconoce a Rosaura (Astrea) y esta logra recuperar su retrato en presencia de Estrella y se marcha enfadada.
Mientras el incidente del retrato, el rey Basilio, acompañado de Clotaldo y unos criados trasladan a Segismundo dormido a la torre. Al despertar (Jornada II, Escena XVII), aparece Segismundo como al principio, con pieles y encadenado, durmiendo en el suelo. Salen a escena Clotaldo, Clarín y dos criados.
En la escena siguiente (Jornada II, Escena XVIII) aparece el Rey Basilio embozado, conducta indigna de un rey; él mismo reconocer ante Clotaldo su “necia curiosidad”, un vicio opuesto a la virtud del análisis o del interés legítimo por un asunto; un rey deber ser estudioso, no curioso. Al despertar, Clotaldo le hace creer que todo lo ha soñado y que una pesadilla le despertó de él. Segismundo: ¿No sois mi sepulcro vos, / torre? Sí. ¡Válgame Dios, / qué de cosas he soñado! Clotaldo: […] ¿Es ya despertar hora? Segismundo: Sí, hora es ya de despertar. […] Segismundo: […] No, / ni aun agora he despertado, / que según, Clotaldo, entiendo, todavía estoy durmiendo. Y no estoy muy engañado; porque si ha sido soñado, / lo que vi palpable y cierto, / lo que veo será incierto; y no es mucho que rendido, / pues veo estando dormido, / que sueñe estando despierto.” (vv. 2085-2097). Cuando se queda solo se produce el monólogo más famoso de Segismundo en las décimas finales de la jornada segunda. Segismundo: Es verdad; pues reprimamos / esta fiera condición, / esta furia, esta ambición, por si alguna vez soñamos. / Y sí haremos, pues estamos / en mundo tan singular, / que el vivir sólo es soñar; / y la experiencia me enseña, / que el hombre que vive, sueña / lo que es, hasta despertar” (vv. 2148-2157); llega a la conclusión que todo cuanto hace el hombre en su vida es sueño (“y la experiencia me enseña/ que el vivir solo es soñar”[…]; “todos sueñan lo que son, / aunque ninguno lo entiende”) , hasta que llega la muerte, que es el verdadero despertar.
Una sedición popular, que confunde a Clarín con el príncipe Segismundo, también encerrado en la torre, se rebela contra Basilio y lo alza al trono al enterarse que el príncipe está de nuevo preso (Jornada III); se niegan a que reine un príncipe extranjero, el moscovita Astolfo, nombrado heredero de la corona por el rey; pero al principio Segismundo se niega a aceptar no vaya a ser: ¿Otra vez (¡qué es esto, cielos!) / queréis que sueñe grandezas / que ha de deshacer el tiempo?/ ¿Otra vez queréis que vea entre sombras y bosquejos / la majestad y la pompa /desvanecida del viento? ¿Otra vez queréis que toque / el desengaño o el riesgo/ a que el humano poder / nace humilde y vive atento? / Pues no ha de ser, no ha de ser. […] (vv. 2307-2318).
Sin embargo persuadido por las voces del pueblo, accede a encabezar la rebelión y vence a su padre. Clotaldo, que teme por su vida, se arrodilla a los pies de Segismundo y le deja que se vaya a luchar al lado de Basilio, pues le debe lealtad. Cuando Basilio conoce que él mismo ha sido artífice de la guerra y de la destrucción del reino, se lamenta y es vencido por el príncipe heredero ante el que se humilla , pero Segismundo, conmovido y aleccionado por la experiencia anterior, se arrodilla a los pies de su padre quien le acepta como príncipe heredero. Segismundo toma la mano de Estrella que previamente había rechazado a Astolfo y éste, al saber que Rosaura es hija de Clotaldo, ya puede casarse con ella. El príncipe se comporta con la mayor prudencia para no despertar de nuevo en su prisión. Segismundo: ¿Qué os admira?, ¿qué os espanta, / si fue mi maestro un sueño. / y estoy temiendo en mis ansias / que he despertar y hallarme /otra vez en mi cerrada / prisión? Y cuando (aunque) no sea, / el soñarlo solo basta; / pues así llegué a saber / que toda la dicha humana, / en fin, pasa como sueño. Y hoy quiero aprovecharla / el tiempo que me durare, […]” (vv. 3305-3316).
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